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CREADORES MENCIONADOS EN ESTE ARTÍCULO
Alberto Ballerini
Alfredo Eusebio Gobbi
Ángel Greco
Arturo Bernstein
Arturo Calderilla
Arturo De Bassi
Astor Bolognini
Florencio Parravicini
Francisco Canaro
José Betinotti
Juan Sarcione
Prudencio Aragón
Saúl Salinas
Vicente Greco
Por
Héctor Lorenzo Lucci
Discos Atlanta 1913-1917
os Discos Atlanta, hoy verdaderos documentos testimoniales, significaron en su momento, el albergue sonoro más nutrido de intérpretes y autores de nuestro tango y también del repertorio criollo. El hecho mencionado se debió a la idea de un italiano llamado Alfredo Améndola, quien se radicó en Argentina desde muy jovencito y fue músico, intérprete de nuestro acervo nacional y de los más variados géneros musicales.
Esa idea lo llevara a proponerse fundar en Buenos Aires una empresa fonográfica netamente argentina, donde si fuera posible, no quedara ningún artista que quisiera grabar discos con megáfonos, sin hacerlo.
Decidido, viaja a Alemania a mediados de 1912, donde estipula un acuerdo con una empresa fonográfica, comprando una máquina grabadora y obteniendo la licencia para comercializar los discos marca Atlanta, cuyo nombre registró Améndola en Buenos Aires. También contrató a un técnico alemán, que luego sería el encargado de efectuar todas las tomas en cera desde principios de 1913 y gran parte de 1915. Estas ceras de “corte directo”, -procedimiento simple por acústica-, se embalaban prolijamente en cajas afelpadas y se enviaban por barco al puerto de la ciudad de Hamburgo y de ahí a la fábrica que realizaba el trabajo de matricería y prensado. Eran discos de 25 cm. de diámetro y doble faz y llegaban etiquetados con su funda individual y con texto en español. Se vendían en Buenos Aires a 2,50 pesos.
Tanto la casa Améndola y Cía., como los discos Atlanta se ponen en conocimiento público el día lunes 31 de marzo de 1913, cuando se inauguró el local de ventas en la calle Esmeralda 274, frente al entonces Teatro San Martín. Allí mismo, en el fondo del local, había un galponcito donde se realizaron las primeras grabaciones del sello, con las siguientes agrupaciones: la Rondalla Vázquez, la Rondalla Atlanta (dirigida por
Arturo De Bassi
), el Quinteto del Tano Genaro, la Rondalla Firpo, el Quinteto Garrote (de
Vicente Greco
), el Quinteto Augusto (de Berto), la Rondalla de
Prudencio Aragón
, la Rondalla de Bevilacqua, la Banda Atlanta, el concertista de guitarra Agustín Barrios, el Quinteto El Alemán (de
Arturo Bernstein
) y el Quinteto Carelli.
Un año más tarde, se mudan a un local de mayor amplitud ubicado en la avenida Callao 350. Continúan grabando los nombrados y se van agregando: la Banda Municipal, la Orquesta del Teatro Colón (dirigida por José Strigelli), el violinista Ferruccio Cattelani y Augusto Maurage, el actor Eugenio Gerardo López, Blanca Podestá con
Alberto Ballerini
, también actores como el gran bufón de la época,
Florencio Parravicini
, el cantor
Saúl Salinas
con Augusto De Giuli y Villoldo,
Ángel Greco
,
José Betinotti
,
Juan Sarcione
,
Arturo Calderilla
,
Alfredo Eusebio Gobbi
, José M. Silva, payador,
Astor Bolognini
y otros no tan nombrados.
El comienzo de la primera guerra mundial impide que Améndola siga trabajando con Alemania, entonces viaja a Porto Alegre para encontrarse con el italiano Saverio Leonetti, dueño de una fábrica de discos. Llegaron a un acuerdo y la forma más rápida de enviar las ceras grabadas era enviándolas por ferrocarril hasta la frontera y de allí en automóvil. Algunos músicos como
Astor Bolognini
y
Francisco Canaro
viajaron ellos mismos para grabar en aquella ciudad del Brasil.
La empresa Améndola consolidó una posición económica ponderable, producto de la calidad del material que vendía a su clientela. Pero la prolongación de la guerra hizo sentir pronto sus efectos en la economía mundial y la crisis alcanzó a los países de Sudamérica, la compañía de Améndola comienza a debilitarse y el golpe final se produce con el hundimiento por un torpedo, del barco alemán que traía el gran cargamento final de discos Atlanta.
Para poder pagar sus obligaciones, Améndola debió subastar todas las instalaciones, mercadería e incluso la máquina grabadora. Pero nos quedó el “cantar eterno” de voces e instrumentos transferidos a la cera y que, aún hoy, podemos disfrutar para conocer el estilo interpretativo de esos hombres que nacieron con el advenimiento de nuestro tango.
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