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El apache argentino
Tango
Llevame carretero
Tango
Soy un arlequín
Tango
CREADORES MENCIONADOS EN ESTE ARTÍCULO
Ada Falcón
Alberto Gómez
Alfredo Pelaia
Augusto Vila
Azucena Maizani
Enrique Delfino
Graciano De Leone
Manuel Parada
Mario Pardo
Roberto Díaz
Sofía Bozán
Vicente Spina
Por
Norberto Chab
Parada - Los relatos de Manuel Parada
i de guitarreros se trata, aquellos que investigamos la historia del tango y sentimos placer al escuchar una y otra vez a los cantantes de las primeras décadas del siglo pasado, hemos reparado en su nombre por estar asociado al exitoso dúo Gómez-Vila, y también a los mejores momentos de
Azucena Maizani
junto al piano de
Enrique Delfino
.
Manuel Parada
nació en La Coruña, España. Su trayectoria artística no llegó a la famosa década del 40, salvo alguna esporádica reaparición allá por los 50, luego siguió otros rumbos.
«Llegué al país en 1910 y mi familia se instaló en el barrio de Barracas. Allí podría decir que nací de nuevo. Por la época de la primera guerra mundial comencé a interesarme por los bandoneonistas y violeros que abundaban en el barrio y me picó el deseo de tocar la guitarra. Mi padre adquirió una que fabricaba un andaluz de la zona. Sin tener conocimientos toqué en el patio y un vecino me escuchó, entonces se ofreció a darme unas lecciones. Enseñaba por método, el mismo que seguí usando yo durante toda mi vida, hasta cuando me dediqué a la docencia. Con el tiempo ese hombre se mudó a la Boca. Como quise seguir aprendiendo convinimnos en vernos dos veces por semana. Pero luego al profesor le dije que sería sólo una vez. Pero a mi madre no le dije nada. Cuando ella me daba las monedas para tomar el tranvía, el día que no iba me metía en el cine Kalisay, de Patricios. Menos mal que yo era estudioso y con una vez era suficiente para ponerme al día. No quería perderme las películas por nada.
«En la esquina de Tacuarí e Ituzaingó vivía
Graciano De Leone
. Cada tanto lo veía pasar a Arolas. Enfrente de mi casa vivía El Quija Quevedo, el uruguayo que tocó con Arolas. Y fue el mismo que le pidió permiso a mi padre, cuando se enteró que tocaba la guitarra, para incorporarme a los conjuntos que se formaban para los casamientos y para los bautismos. Así me vinculé a mucha gente de tango. Conocí a Aieta que recién empezaba y toqué con él en esos cafés sótanos que abundaban. Allí, vi bailar a gente como El Mocho y otros, que después tuvieron su fama. Y también estuve con el tipo mas pintoresco que pasó por San Telmo, El Yepi José María Bianchi. Quien, como yo era un mocoso, me cuidaba y me protegía. Él, en cambio, no se cuidaba para nada. Le gustaba mucho el alcohol. En cierta ocasión me llamó para un bautismo en la Boca. Nos daban tres pesos. Estábamos tocando “
El apache argentino
”, “Royal Pigall”, esos temas, cuando pasó álguien con cerveza. Él tomó. Yo, no. Al rato pasó otro con cognac. Él tomó, y yo también.¡Para qué! Lo único que recuerdo es que El Yepi me decía: «Manolito, sos de los mios».
«Hacia 1920 ya tenía cierta habilidad y comencé a trabajar en lo que se llamaba varieté. Integré un trío con los hermanos Romero, ambos cantantes. Con ellos llegué al centro e hicimos unas famosas matinées en el Teatro Casino. También se presentaban los hermanos Navarrine y el conjunto
Los de la leyenda
. Lamentablemente, duró muy poco, pero a mí no me afectó porque ya tocaba fragmentos como solista. Motivos criollos, algunas cositas clásicas. En aquel momento no había muchos. Estaban Pettorossi,
Mario Pardo
, pero aún no interpretábamos tangos. Poco después me conecté con dos telegrafistas del correo y se formó el dúo Marquez-Cánovas. Nos presentábamos en el Casino y en el Esmeralda (luego Maipo,) cuando se iban de gira Gardel-Razzano. Ganábamos una fortuna, treinta pesos por noche.Gente de San Telmo y Barracas me venía a ver, era un poco el niño mimado de aquellos vecinos y amigos.
«El dúo Vega-Díaz fue lo más grato de todo lo que hice. Se disolvió porque
Roberto Díaz
, por unos problemas personales, debió irse del país. Pero marcamos una época. Fuimos el primer dúo que grabó en el sello Victor. Hicimos cinco rentrées en el Esmeralda. Debido al éxito de los discos hacíamos giras al interior y los discos se vendían en las mueblerías, en las mercerías y hasta en las farmacias. Cada salida nuestra duraba seis o siete meses. Estando en Mendoza conocí a
Alfredo Pelaia
. Se entusiasmó al escucharnos y quiso venir a Buenos Aires. Una noche actuando en el Empire se apareció. Nos pidió que le recomendáramos un cantor. Le sugerí que buscara a Ítalo Goyeche. Lo ubicó y formó su dúo. Pero le faltaba acompañante.Y como en ese momento Díaz se fue a Chile y Vega a España, me integré con ellos. Aparte yo hacía mis cosas. Pero Pelaia era muy egoísta, por ejemplo en los discos que grabamos no me hacía anunciar. Y luego me retaceó el dinero que me correspondía, entonces me cansé y me fui.
Enrique Delfino acompañamos, en unas cuantas grabaciones, a
Azucena Maizani
para el sello Odeon. También a
Sofía Bozán
y a
Ada Falcón
. Luego pasé al sello Brunswick, con Azucena y grabé algunos solos. Por esa época conocí a un señor Roque en el Bar Marzotto (actual restaurante Arturito, en Corrientes casi esquina Cerrito), que en cierta ocasión me dijo: «Le voy a presentar a un sobrino mío que quiere cantar». Así conocí a
Alberto Gómez
que vino con un compañero,
Augusto Vila
. Ambos tenían una buena entonación, eran agradables. Estuvieron seis meses ensayando conmigo en un bulín que tenía en la avenida Rivadavia. Les enseñé a acompañarse con la guitarra y, cuando debutamos en el Teatro Apolo, ¡fue una bomba! Prontamente se cambiaron los nombres, porque se presentaban como Aducci-Devicente y yo los rotulé Parada-Gómez-Vila. Salimos a actuar y fuimos un éxito. Pero el desastre sobrevino en la primera grabación. Hicimos una prueba en la que interpretamos el vals “Adiós, adiós” y el tango “
Soy un arlequín
”. Ni creíamos que saldría a la venta. En el estudio estaba
Vicente Spina
, a quien le propuse acompañar con su guitarra. La cuestión es que el disco salió. Cuando lo vi impreso en la etiqueta leí Gómez-Vila. Exigí una aclaración, quería saber por qué no se había respetado el rótulo del trío, que ya tenía dos años actuando en teatros. Todos se desentendieron y entonces me separé.
«Después formé un cuarteto de guitarras para actuar en radio y otro trío, pero en realidad estaba desanimado, fui perdiendo el interés. Con todo, continué hasta 1936, ese año estuve en Radio Belgrano. Comencé a dedicarme a la enseñanza, formé parte de la comisión directiva de SADAIC. ¡Ah!, en diciembre de 1958 reaparecí. Por entonces, el actor Francisco Petrone había creado su Circo-Teatro Arena, una carpa que estaba ubicada en la Plaza Miserere, donde se representaron varias obras, recuerdo una:
Juan Moreira
, porque para esta ocasión Petrone me convenció y allí estuve con mi guitarra, vestido de gaucho.
«Tuve una oportunidad para acompañar a Gardel pero no se dio. Todo empezó en 1928. Aguilar me vino a buscar y me dijo directamente: «¿No te irías a Francia con Carlitos?». Y yo no acepté porque no quise plantar a Gómez-Vila. Tiempo después vino a verme Alfredo De Ferrari, amigo de Gardel, y me confesó algo que El Zorzal dijo de mi. «Si viene Paradita con nosotros, nos borra a todos». Y agregó: «Él no quiere que vaya usted, le tiene miedo. Dice que cuando aparece usted se borran los cantores». Afirmó que eran textuales palabras de Gardel.
«Compuse varias cosas, pero la mayor satisfacción me la dio el tango “
Llevame carretero
”, que me grabó Gardel en 1930.»
Publicado en
Tango, un siglo de historia, 1880-1980
, Editoral Perfil.
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