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Apuntes autobiográficos de Evaristo Barrios
n inhallable libro de poemas, La guitarra de Martín Fierro, llegó a nuestro poder, su autor Evaristo Barrios. Editado por Buchieri en 1947. Pero lo realmente curioso resultó la segunda parte del mismo, donde en versos nos presenta desconocidos aspectos autobiográficos que en prosa paso a relatar.
«Nací en Abasto (pueblo que se encuentra camino a la ciudad de La Plata) y quedé huérfano a los dos meses de edad. Fui criado por una hermana buena y su marido, que me apadrinó.»
Allí, pasó su infancia. Al tiempo, se fueron a Magdalena y en el pueblito de Atalaya pasó sus primeros catorce años. A esa edad decidió partir, pero a un pueblo cercano distante seis leguas, Bavio, donde se empleó como peón de panadería. Por entonces le entró el hambre de lectura y tanto leía a Tolstoi como al anarquista Malatesta. Y supo decir ya grande: «Ahora que con rumbo voy al ocaso de la vida, en su senda veo mirando atrás, que pelear por los demás es una lucha perdida».
Fue tambero, ordeñador, supo manejar la horquilla y finalmente llegó a Olavarría para trabajar de carnicero. Por entonces ya cantaba. Y llegó el servicio militar. Luego fue periodista, escribió las cosas a su manera: «A la noble clase obrera con mi pluma defendí. Lo que con eso conseguí fue vivir siempre acosao».
En su rumbo de cantor, el payador Martín Castro fue su guía. Fue y volvió muchas veces al Uruguay. Siempre un Martín Fierro consigo.
Grabó 170 temas. Publicó doce libros. Un día un amigo mayor le aconsejó estudiar música, cosa que hizo por su cuenta con los diversos métodos publicados. Lo llamaron payador, luego concertista y también artista y compositor, pero el fue cultor de la canción popular, que canta lo que siente.
«Novias tuve una bandada, lo mesmo que loras maiceras, charlatanas y embusteras, que al fin no servían para nada, las más desinteresadas reclamaban casamiento».
Ganó mucho dinero, tal vez un millón de pesos (cifra fabulosa en 1947); tal como vino se fue. Amigos confiesa no haber tenido más que los dedos de una mano, además de su hermano.
En el Uruguay, en Florida, a tres leguas de la estación tuvo su estancia, ya que volvió a tener dinero. La chiquita, se llamaba. Pero finalmente, no nacido para mandar, retornó a lo suyo.
El conde Nicolás de Barrios, oriundo de San Lúcar de Barrameda se llegó a este país y se casó con la hija de Feliciano Chiclana, llamada Victoria Catalina. De ese matrimonio nació su padre que se casó en 1868 con una descendiente del general Oribe. Esta, su prosapia.