Por
Néstor Pinsón
| Ricardo García Blaya

El humor y el tango en la cinematografía argentina

a tecnología parlante, la pléyade de dúctiles artistas y cantantes, la labor de guionistas inspirados en los hechos cotidianos —en un momento de prosperidad del país—, y el tango —la música de moda—, le dieron al cine nacional, la posibilidad de describir situaciones y personajes de un Buenos Aires aldeano y costumbrista, muy rico en la consideración antropológica de la cultura.

La pintura de aquellos seres tradicionales mezclados con inmigrantes provenientes de los más lejanos países; la idea que nuestro arte podía ser mostrado al mundo; la influencia de los sainetes y de nuestra música popular, todo esto fermentó en un cóctel magistral que llenó de contenido nuestras películas y generó una importante industria.

En esa mezcla el humor estaba presente, en ocasiones como una caricatura, otras por el absurdo de situaciones cómicas o estrafalarias, la mayoría de las veces, como una muestra del humor más inocente.

En las décadas del 30 y del 40, sumaban una buena cantidad las películas que ofrecían tangos. La radio hacía conocer las voces, las revistas especializadas los rostros y el cine era el vehículo apropiado para ver actuar y cantar a las figuras admiradas.

Los argumentos eran muy sencillos y, del molde establecido, apenas cambiaban algunos ingredientes. La figura principal era acompañada del galán o damita joven que jugarían las notas del romance, siempre con final feliz. Seguía el resto del elenco donde se destacaban un amigo de él o una amiga de ella jugando el rol de crear entuertos o solucionarlos, a través de actos y parlamentos graciosos. Y, por supuesto, las canciones interpretadas por alguno de los protagonistas, ella o él, o muchas veces por los dos, con la participación de músicos consagrados.



Hubo actores especializados para los roles cómicos. No podía faltar la risa si en los elencos figuraban Sofía Bozán, su prima Olinda, María Esther Gamas, Tito Lusiardo, Enrique Serrano, Severo Fernández o Francisco Álvarez. También Niní Marshall y Luis Sandrini por un tiempo, hasta convertirse en figuras centrales de los filmes.

Ya en la primera película con sonido óptico, Tango, encontramos un espacio para el humor. Si bien es un desfile de cancionistas, cantores y orquestas, con un mínimo argumento como enlace, está la primitiva presencia de Luis Sandrini con parlamentos humorísticos e incluso un fragmento con canto. Fue estrenada el 27 de abril de 1933 en el Cine Real, dirigida por Luis Moglia Barth para Argentina Sono Film, con libro de Carlos de la Púa y entre otros la presencia de Tita Merello, Azucena Maizani, Mercedes Simone, Libertad Lamarque, Alicia Vignoli, Alberto Gómez, Juan de Dios Filiberto, Osvaldo Fresedo, Edgardo Donato y Pedro Maffia.

Pocos días después, el 19 de mayo, se estrena, Los tres berretines, con la actuación de Luis Sandrini y la primera aparición en el cine de Aníbal Troilo. Es una espléndida pintura costumbrista que describe, con candor y humor, arquetipos de aquella época de la bohemia porteña.

Noches de Buenos Aires, estrenada en el Cine Monumental el 27 de marzo de 1935. Dirección: Manuel Romero. Libro: Romero y Luis Bayón Herrera. Sello Lumiton. Con la actuación de Fernando Ochoa, Tita Merello, Irma Córdoba, Severo Fernández y Enrique Serrano, estos dos últimos a cargo de los momentos reideros. Aquí cuando los amigos están reunidos en una sala, Tita le reprocha a Serrano ser mezquino en sus regalos, ya que la pretende. Entonces canta “Cogote” de los autores del libro, que avergüenza al destinatario.

Radio Bar, estrenada el 10 de septiembre de 1936. Libro y dirección: Manuel Romero. Música: Alberto Soifer. Otro desfile musical, esta vez con Alberto Vila, Juan Carlos Thorry, Gloria Guzmán, Alicia Barrié, las Hermanas Desmond (Lidia Desmond y Violeta Desmond) y, entre otros, Marcos Caplán y Olinda Bozán, que aparte de sus chascarrillos cómicos, interpretan una canción a dúo en forma desopilante.

Un bebé de contrabando, estrenada el 14 de agosto de 1940. Dirección: Eduardo Morera. Libro: Florencio Chiarello. Vehículo cómico para Luis Sandrini y una inocente trama policial. Lo importante es que aparecen sólo para interpretar un tema cada uno, la que luego fuera una importante periodista y productora, Paloma Efron (Blackie), quien canta un spiritual; Pepe Peña —después famoso periodista deportivo y padre del monologuista Fernando Peña—, interpretando un solo de piano y, finalmente uno de los más prolíficos estribillistas, Carlos Viván.

Yo quiero ser bataclana, estrenada el 30 de abril de 1941, del sello Lumiton. Para la época, tuvo la mejor coreografía que había dado el cine hasta ese momento y una trama romántico musical al estilo Hollywood. El actor y estribillista, Juan Carlos Thorry, duda entre Sabina Olmos y Alicia Barrié, mientras bailan y cantan, en solos y a dúo. Entre tanto Niní Marshall dificulta los deseos del galán, interrumpiendo con sus desaguisados las escenas amorosas. Fue también una película para el lucimiento de Niní, que parodia bailar y también cantar. Con la presencia de la orquesta de Juan D'Arienzo, deforma graciosamente el tango “El vino triste”. En el film se destacan dos valses con letra de Rodolfo Sciammarella y música de D'Arienzo: “Dime mi amor” y “Tres recuerdos”.

Rodríguez supernumerario. Estrenada el 26 de mayo de 1948. Dirigida por Enrique Cahen Salaberry. Argumento de Ivo Pelay. Con Pepe Arias, Golde Flami, Floren Delbene y otros. Donde en una escena se ve a Pepe Arias en el teatro, y aparece Sofía Bozán replicando algo al público y cantando “Yo soy la Negra Bozán”. Esto merece un comentario de Pepe Arias, que está en el pullman y es tomado de espalda. Entonces, un espectador que está en la fila debajo de la suya y que es el mismo actor haciendo de público, le responde sarcásticamente.



Al compás de tu mentira, estrenada el 22 de marzo de 1950. Para el sello Cosmos. Dirección: Héctor Canzani. Libro: Abel Santa Cruz. Con Pedro Quartucci, Francisco Álvarez, Delfy de Ortega, Lalo Maura y Héctor Gagliardi. Si bien no es un argumento humorístico, está realizado en tono de comedia, levemente romántica, con corridas de vaudeville y tango, a cargo de la orquesta de Domingo Federico con Jorge Casal, quien canta el tema que da título al film. Gagliardi recita “Calle Corrientes” y luego, Osmar Maderna en una escena filmada en Radio El Mundo, a dúo con Alfredo De Angelis primero, y después en un solo, toca “Lluvia de estrellas”.

Buenos Aires a la vista, estrenada el 23 de septiembre de 1950. Libro: Carlos A. Petit. Música: Rodolfo Sciammarella. Se trata de una típica comedia de enredos con final feliz. Agustín Irusta es el galán, con Blanquita Amaro, Dringue Farías, Castrito y Adolfo Stray. La música es de Alberto Soifer y Bernardo Stalmann.



Mercado de Abasto, de Lucas Demare y música de Lucio Demare. Estrenada en el cine Gran Rex el 3 de febrero de 1955. Libro de Sixto Pondal Ríos y Carlos Olivari. Trabajan Tita Merello, Pepe Arias, Juan José Míguez, Pepita Muñoz. Tita canta “Se dice de mí”, de modo picaresco y con doble sentido.

A los filmes citados dejamos para lo último, tres de los muchos protagonizados por Alberto Castillo. Su sola presencia de muchacho de barrio, bien porteño en nobleza y en aspiraciones, acompañado por sus amigos, aseguraban situaciones divertidas.

El tango vuelve a París, estrenada el 16 de enero de 1948. Libro y dirección: Manuel Romero. Música incidental de Rodolfo Sciammarella. Además del cantor están: Liliana Valmar, Fernando Lamas, la extraña cantante mejicana Elvira Ríos y Severo Fernández. Además, con la participación especial de Aníbal Troilo —como un personaje más—, junto a su orquesta, que acompaña al cantor en el pequeño escenario de una boite. Castillo canta “Griseta”, “Muñeca brava”, “Ninguna”, “Tiempos viejos”, “La canción de Buenos Aires”.



Un tropezón cualquiera da en la vida, dirigida por Manuel Romero. Estrenada el 20 de enero de 1949, con Virginia Luque, Francisco Álvarez, Fidel Pintos y Domingo Federico con su orquesta. Más allá de las partes festivas, Castillo canta “Chorra”, un tango tragicómico.

La barra de la esquina, estrenada el 4 de julio de 1950. Una realización de los Estudios San Miguel. Dirigida por Julio Saraceni. Libro basado en la obra teatral homónima de Carlos Goicochea y Rogelio Cordone. Con la participación de Alberto Castillo, María Concepción César, José Marrone y otros. Éste último, quien luego se convertiría en capo cómico, hacía del típico vago, siempre cansado, que no trabaja ni se molesta por nada, repetía en diversas escenas: «¿Qué querés?, ¡trabajás!, ¡te cansás!, ¿Que ganás?».

A manera de conclusión, después de ver estas películas, advertimos en la mayoría de los casos, que eran comedias simples pero muy bien hechas, donde la música y sus intérpretes eran el motivo esencial y que tuvieron un importante éxito comercial, tanto en el país como en el mercado latinoamericano.

Cuando las volvemos a ver, después de tantos años, nos envuelve la nostalgia y los recuerdos de los años felices, cuando el tango mandaba en el corazón de los porteños y nosotros nos sentíamos galanes.