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Eloísa de Silva, la primera mujer compositora de tangos
úsica andaluza, Eloísa D'Herbil de Silva, nació en Cádiz, España. El Chopin con faldas la llamaron, fue alumna de Liszt, responsable del apodo. Setenta y cinco de sus ciento un años de vida transcurrieron en nuestro país.
¿Es la primera mujer en componer tangos? Seguramente. Arribó con veintiséis años de edad y ese mismo año se casó con el uruguayo Federico de Silva, veinte años mayor que ella y entroncado con las familias de apellidos más notables de su país.
Aquí fue amiga de Domingo Sarmiento, Juan Bautista Alberdi, Bartolomé Mitre, Carlos Guido y Spano y otros nombres de la política y la cultura.
Descolló por su precocidad, ya que a los trece años dio en España su primer concierto en el Teatro Real de Madrid. En Europa conoció el aplauso y los premios de la Reina Isabel II de España y de la Reina Victoria de Inglaterra, con el tiempo pasó al olvido.
Su padre tenía el título de barón, su abuelo materno era duque, de una ciudad de Foggia, Italia. Como su padre era propietario de vastas tierras en Cuba, allí se instaló durante unos años. La niña no dejó de recordar nunca aquellos tiempos de la infancia, a tal punto que cuando se carteaba con sus amigos decía que era cubana. Como vendía carne desde Cuba a Brasil para alimentar a los esclavos, se llegaba a la Argentina y allí está el comienzo de su relación con éste país, pero aún restaban sus años de pequeña concertista recorriendo los principales países europeos enseñando su arte.
Estando en Cuba estudió con el gran pianista norteamericano Louis Moreau Gottschalk, a quien acompañó cuando actuó en un teatro de La Habana en 1861 y en el viejo Teatro Colón de Buenos Aires en 1868.
A quien fue su marido lo conoció en Río de Janeiro, allí empezó el cortejo que culminó en Buenos Aires en 1869 cuando se casan en la iglesia De La Piedad. Su marido, dueño de una importante casa de remates, mucho contribuyó a insertar a Eloísa en los círculos sociales porteños. No fue un hombre, el millonario Silva, ajeno a la música, ya que en 1854 figuraba como presidente de la Sociedad Filarmónica, luego presidida por Valentín Alsina. El matrimonio vivió primero en la calle Tacuarí 50 y más tarde, en la calle Arenales. En ambas las reuniones musicales eran habituales.
Comenzó a componer piezas para canto, recitado y piano, como “Rayo de luna”, con versos de Carlos Guido Spano, “Los barqueros”, sobre rimas de Becker y otros temas más, piezas que tenían similitud con el “Llora, llora urutaú” que compuso Francisco Hargreaves, con versos de Guido Spano.
El 10 de agosto de 1872, durante un concierto a beneficio en el viejo Teatro Colón, Eloísa D’Herbil de Silva estrenó una habanera, entonces de gran éxito, como fue “Vente a Buenos Aires”. Desde ese año compuso algunos tangos: “El Maco” (homónimo del que hizo Miguel Tornquist), “El queco” (que en 1874, el aire de “El queco” fue armonizado por Julián Aguirre como “Aire criollo Nº 3), “¡Che, no calotiés!”, “Calote”, “La multa”, “Y a mi qué”, “Por la calle de Arenales”, “Yo soy la rubia” (que apareció como respuesta a “La morocha” y cuya letra también le pertenece) “Evangélica” (que figura como tango cubano) “El mozo rubio”, “Que sí que no” y otros que permanecen en colecciones privadas y que durante años se dieron como de autor desconocido.
En total sus temas superan las cien obras. Entre las cuales citamos “Marcha fúnebre a Sarmiento”, “Himno del Congreso Eucarístico” (1934), “Plegaria a la Virgen de Luján”.
Hubo un retorno a Europa en tren de paseo y el paso del tiempo después, envuelta entre tantos recuerdos hasta terminar su vida centenaria.
(N. de R.) Calotear o calotiar es un termino lunfardo que significa robar, estafar o hurtar. Queco: una de las denominaciones que se le daba a los prostíbulos.
Publicado en el Nº 304 de la revista Todo es Historia.