Por
Héctor Bates

Tuegols - Su historia por Radio Argentina

a presente nota esta compuesta de fragmentos de la entrevista radial que le hiciera Bates al inspirado compositor Rafael Tuegols, en el año 1935 —en su programa Tangos, autores e intérpretes, en Radio Argentina—, publicada en su libro La Historia del Tango. Además, hemos agregado información de nuestra cosecha, proveniente de otras publicaciones y de nuestras charlas con Héctor Ernié, Bruno Cespi y Héctor Lucci.



«Es posible que mi tango más exitoso haya sido “Zorro gris”, se me ocurrió viajando en tranvía yendo para la casa de mi madre. Una vez allí lo escribí de un tirón. A los pocos días, lo estrené con mi conjunto en el Café La Paloma, gustó mucho y enseguida comenzaron a copiarlo.

«Era por 1920 y por entonces, el cobro de los derechos de autor sumaba deficiencias. Cada noche que lo tocaba, veía a alguno, indudablemente conocedor de música, que realizaba sobre papel pentagramado la notación musical. Yo lo iba a editar con la Casa Breyer, pero de esta manera saldrían antes las copias piratas.

«Ocurría con muchos tangos, no sólo conmigo, pero tuve una buena ocurrencia, ponerle letra. Un amigo me presentó a un muchachito poeta y muy rápido, me entregó la historia, debe haber sido el primer trabajo de Francisco García Jiménez.

«Estudios regulares tuve pocos, mi familia era humilde y pronto debí salir a trabajar. Tendría once años, cuando mi hermano mayor, Sebastián, se da cuenta de mi atracción por la música. Yo ya tocaba la guitarra —que había aprendido con profesores ocasionales— y entonces, me pagó los estudios en el Conservatorio Rossini al cual pertenecía. Allí, mi instrumento fue el violín. La guitarra la fui dejando porque ya no integraba los conjuntos de tango, salvo ocasionalmente.

«Debuté como violinista, en teatros que ofrecían zarzuelas y en otros dedicados al género chico, sainetes, revistas. Fue en 1914 que dejé, tras unos cuantos años, mi empleo en el ferrocarril y traté de empezar a vivir del tango. Formé parte de un cuarteto en un café de San Juan y Boedo, lo dirigía desde bandoneón Antonio Gutman (El Ruso). Y se completaba con un muchacho Roque Ardid en el piano, Luis Aulisini en flauta y yo el violín.



«Pasó un año y aparecí en el Cabaret Montmartre, junto a Ricardo Brignolo y Luis Riccardi. Yo era muy amigo y, por supuesto, admirador de Eduardo Arolas, pero no quería llevarme con él, su argumento era que no podía formar parte de su conjunto un tipo que se paseaba de galera y bastón; así de elegante andaba yo en aquellos tiempos. Pero Arolas no me iba en zaga y Brignolo era otro parecido a mí, cosa de muchachos.

«Un día, se apareció en el Montmartre y allí se convenció. Llegué a ser su apoderado, cuando emprendió su último viaje a París me hice cargo de sus papeles, de sus asuntos aquí en Buenos Aires.

«En aquellos tiempos, él actuaba en el Tabarín de la calle Suipacha 580 y para allí me fui, estuvimos juntos cinco años. Después de su muerte, estuve diez años con Francisco Canaro.

«Y apareció el cine sonoro y nosotros perdimos una cantidad de escenarios donde actuar. Decidí dedicarme al comercio pero no me fue bien y regresé a la música. Estuve dos años con el conjunto de Anselmo Aieta, pero volvió a mermar el trabajo y por supuesto la paga. En la actualidad (1936) retorné al comercio, soy corredor de hacienda y viajo mucho por el interior del país.»

Sus tangos más famosos son, sin duda: “Zorro gris” y “Príncipe” —en colaboración con Aieta— y “La gayola”, de los que hay muchísimas grabaciones. Carlos Gardel le grabó, además de estos tres: “Beso ingrato”, el vals “El trovero (Yo te imploro)”, con letra de Agustín Irusta; “Lo que fuiste” y “Midinette porteña”.

Francisco Lomuto —en forma instrumental— grabó dos veces “Zorro gris”, en 1927 y en 1941. Y, en este último año, “La gayola”, con la voz de Fernando Díaz.

Osvaldo Fresedo grabó en 1928 “Barrio Piñeyro”, con letra de Domingo Precona y estribillo a cargo de Ernesto Famá. Ignacio Corsini hizo otro tanto con “Relicario criollo”, en 1926, con letra de Alfredo Navarrine y, al año siguiente, “Pasaron los abriles”, con versos de Armando Tagini.

Francisco Canaro grabó “Azucena”, que Tuegols compuso en colaboración con su hermano Juan y letra de Enrique Rando, con la voz de Azucena Maizani, en 1926. Charlo también con Pirincho, registró los estribillos de “Muchacho de ley”, con letra de Tagini y “Rosina”, ambos de 1928.



Mucho tiempo después, en 1952, Juan D'Arienzo le grabó su milonga, “Se acabaron los guapos”, con letra de Alfredo Tropiani, con el cantor Armando Laborde.

Hay otros títulos, ya olvidados, entre ellos: “Ave negra”, su primer tango, “Viejos pagos”, “La atropellada”, “Allá por Pedro Mendoza”, “Paraíso artificial” también con su hermano Juan y letra de García Jiménez, “Decreto”, letra de Roberto Roncayoli, “Horas tristes [b]”, “Calesita de ayer” y “Milonga del mozo guapo”.

En cuanto al éxito de su tango “Zorro gris”, su lanzamiento al público fue casi inmediato a “Milonguita” y estamos convencidos que esta circunstancia, más la temática de ambas letras, tuvieron mucho que ver con su popularidad.

Los dos tangos cuentan historias sobre un ámbito poco accesible para el común de la gente: el cabaret. Un mundo caro, con hermosas muchachas jóvenes y sencillas, tentadas por los señores adinerados que con falsas promesas, las introducían en una fugaz vida de lujos y placeres. Las joyas, los tapados de zorro, las “voiturés” (automóviles), el champán y el cabaret, eran los anzuelos, la moneda de cambio.

Cuando ellas caían en la cuenta de que todo era mentira y efímero, muchas veces ya era tarde. Por eso, los versos que, con bellas metáforas, expresan las penas de esas muchachas al abrigo del tapado de zorro: “Era el intenso frío de tu alma/ lo que abrigabas con tu zorro gris”. Luego, “Ocultabas las lágrimas santas/ en los pliegues de tu zorro gris”. Y, finalmente: “Todo el secreto de tu vida triste/ se quedará dentro de tu zorro gris”.

Aclaremos que no era una chinchilla, ni un zorro colorado de las estepas rusas, los tapados se confeccionaban con nuestro zorro gris del sur argentino, pero igualmente inalcanzable para la mayoría del pueblo.