Por
Néstor Pinsón

Cortti - Con Eduardo Cortti y sus recuerdos (1998)

lguna vez me dijo: «Mi encuentro con Fulvio Salamanca fue curioso. Yo bajaba del micro que nos traía a los muchachos de la orquesta de Miguel Nijensohn —éramos un desprendimiento del conjunto de Miguel Caló— y al mismo tiempo Fulvio bajaba de otro micro que traía a los músicos de Juan D'Arienzo de otro baile.

«Me vio, nos saludamos y fuimos a tomar algo porque me quería hablar. “Te doy una primicia —me dijo— me voy de la orquesta, ni D’Arienzo lo sabe, quiero largarme solo y vos me venís muy bien. Además para que me propongas algunos nombres porque realmente no conozco tanto el ambiente, trabajar con Juan es terrible, vivo aislado, tanto es el trabajo que tenemos”.

«Así ocurrió. Aceptó los bandoneonistas que nombré, fueron Adolfo Gómez, Maggiolo, Julio Esbrez. Y también, le sugerí un violinista, Aquiles Aguilar, compañero mío en ese momento y antes con Caló. Cuando unos días más tarde se lo comunicamos, él era para primer violín, tuvo la nobleza de responder: «¿Y qué les parece si primero lo traigo a Elvino Vardaro?», ¡un gran gesto! Ante nuestra sorpresa Vardaro aceptó. Permaneció algo menos de un año ya que se fue a radicar a Córdoba.

«Elvino Vardaro era un niño, pero un niño delicado, muy educado, de trato suave y además como un padre tratando de evitar que los más jóvenes y medio vagos, corrigiéramos actitudes, pillerías propias de la edad.

«Cuando el contrabajista Ítalo Veza nos dejó para viajar a Rusia, lo reemplazó Rafael del Bagno. Estábamos en una gira por Mendoza, cuando un lunes que era el día de descanso, Rafael se quiso tomar toda la producción de vino. Compartía la pieza en el hotel con Vardaro y como no aparecía su indignación era grande, como un padre o un hermano mayor. Ya de noche lo trajeron hecho un adefesio, lo encontraron en una acequia. Con la ropa rota, le faltaba su dentadura postiza. Cuando Elvino lo vio se puso a llorar, ya no era un padre, era una madre. Esa sensibilidad era habitual en él.

«En la orquesta nunca hizo notar su experiencia ni el gran reconocimiento que desde años atrás músicos y público le manifestaban. Si daba una indicación, era como si tuviera miedo de ofender.

«Nijensohn ensayaba mucho. Dedicaba mucho tiempo a la marcación de los bandoneones, algo particular, el marcado puede ser picado, arrastrado como Carlos Di Sarli o stacatto como Juan D'Arienzo, pero aquí se nos dijo de un doble marcatto, musicalmente hablando. Una doble apoyatura cuando se hacía el cuatro. Y esto llevó su tiempo. Él no quería hacer algo parecido al estilo D’Arienzo. Llegamos a grabar y aún estaba en gestación, digamos en un cincuenta por ciento. Se la consideraba una orquesta afiatada pero aún sin la identidad pretendida por Fulvio.

«El azar tuvo mucho que ver en el estilo. Una noche cenando en la casa del cantor Jorge Garré, donde también estaba Armando Guerrico, que en una de esas se puso a cantar bajito un tema. Me llamó la atención y le pregunté qué era, “Un tango, se titula “Adiós corazón”, no sé dónde lo escuché”. Eso tiene olor a éxito Gordo. Lo tiene que escuchar Fulvio. Así ocurrió, lo escuchó y le gustó y nos pusimos a averiguar quienes eran los autores, en SADAIC no estaba registrado. Pero a Fulvio se le ocurrió llamar al Uruguay donde tenía un montón de amigos y la pegó, era de Lalo Etchegoncelay y Héctor Sapelli. Habló con ellos y aceptaron. Mandaron la partitura, Fulvio hizo el arreglo y encontró lo que buscaba. Porque le dio el toque con los violines cuando indicó que tocaran agudísimo al unísono. Se le ocurrió en el arreglo. En éste tango y en otros posteriores la orquesta era reconocida de inmediato por este acierto. Fue un gran éxito.



«Ha sido una orquesta que aún añoro, además por el notable distanciamiento que los gobernantes de turno, tan injustamente castigaron a Fulvio solamente por ser de una idea política opuesta a la de los militares. Lo marginaron de la peor manera.

«La orquesta debutó en el Club Glorias Argentinas, en 1957. Con presentación del locutor Antonio Carrizo y apoyo de muchos músicos y amigos. Osvaldo Pugliese y Francisco Canaro, entre ellos. Aunque al tango en general ya lo iban retaceando, aún permanecían muchos admiradores tangueros.

«Otro hito para nosotros fue el debut en Radio Splendid. Nuevamente con apoyo de músicos y actores. Permanecimos unos años allí. Más adelante pasamos a Radio El Mundo, inclusive en el famoso espacio diario El Glostora Tango Club.

«Estuve en la orquesta hasta 1962, luego de una gira de un mes y medio con otros artistas, me desvinculé.

«De esta etapa con Fulvio recuerdo una anécdota: teníamos una gira a Chile con todo firmado y una fecha determinada. Al mismo tiempo, un compromiso con el sello Philips para registrar un larga duración. A un día y medio de partir, los directivos del sello nos piden adelantar el trabajo, entonces nos restaban unas pocas horas antes de la partida. Lo hicimos, quedamos exhaustos y con sueño, pero salió bien. Entre los registros estaban “El remate”, “La revancha”, “Pelele” y otros con la voz de Armando Guerrico que había metido el éxito “Adiós corazón” y también “Bomboncito”, “Hasta siempre amor” y otros más de la línea sentimental.

«Este cantor fue una de las causas de la contratación. Cuando del estudio fue a su casa a buscar las valijas, chocó con el auto y se rompió una pierna. Nos comunicamos con quien nos contrató y luego de las lamentaciones nos dijo que igual se debía viajar. El otro cantor de la orquesta era Luis Correa, con un timbre de voz distinto, era el encargado de los tangos fuertes. El asunto que Luis subió su registro, llegó a los tonos de Guerrico y el público quedó conforme. Se cumplió.

«Para Fulvio mi respeto y admiración. Aún en la actualidad su calidad permanece intacta. Colegas suyos no han dejado de decir que sus solos de piano son una belleza, diabólicos dijo alguno. Por su limpieza y calidad de sonido, por su técnica.

«En la línea melódica admiro a Roberto Ray, piedra fundamental de la orquesta de Osvaldo Fresedo. Pero luego, pienso que Guerrico no ha sido superado, por su calidad de voz, su afinación, su ternura, la forma de interpretar. Hay muchas voces, de más volumen, muy interesantes, pero en su línea me quedó con él. No trascendió como merecía. Era y es muy importante la respuesta del público y del mundo femenino y él no tenía la pinta de un galán. Era gordito, con lindo porte igual, pero no hacía suspirar y cuando hablaba con ellas salía a relucir su carácter, era muy santurrón, lo cargábamos diciéndole que repartiera estampitas, cuando salíamos a comer era un problema porque un asado ni a palos, era vegetariano. En definitiva, Armando era aburrido. Pero de carácter muy dulce, distinto a unos cuantos reos que conocí en el ambiente.

«Antes de todo lo hasta aquí contado, integré un tiempo, la orquesta de Rodolfo Biagi y luego, la de mi gran amigo y vecino de Parque Chacabuco, Eduardo Rovira, que había tomado la dirección de la orquesta de Alberto Castillo, allá por 1950.

«De mi obra se destaca “Qué te pasa Buenos Aires”. Te cuento su nacimiento. Fue una noche de 1954 y estábamos parados en la puerta del glorioso Café Nacional, junto al teatro. Se iba a cerrar y con él se iba uno de los últimos, o el último, reducto tanguero de los tantos que supo haber en la calle Corrientes. En ese tiempo trabajaba con Miguel Caló y allí me acompañaban Miguel Auteri, primer violín de ese conjunto, un muchacho rosarino y Juan José Correia, luego el autor de la letra. Estaba repleto de gente, en ese momento cantaba Alberto Marino y uno de ellos al ver el éxito de público y que tantos locales tangueros ahora eran pizzerías, se dio vuelta mirando hacia el obelisco y levantando las manos le preguntó: “¿Qué te pasa Buenos Aires?”. Yo enseguida les dije, muchachos aquí hay un tango, eso es un tango.

«Lo compuse y Correia escribió la letra a la que después él mismo le introdujo unos cambios a pedido. Lo estrenó Ángel Mayo con un quinteto que yo dirigía, en una boite de la calle Maipú casi Córdoba. Pablo Melfi —hermano de Mario en el contrabajo—, José Stilman —en violín—, José Polato —en bandoneón junto a mí—, un rosarino radicado muchos años en México y Carlos Parodi en el piano. Mayo lo estrenó, con la letra primitiva. Tanto Libertad Lamarque como también Miguel Montero solicitaron los cambios. En la segunda parte de la letra Correia escribió: «¿Quién cometió la herejía / de cambiar por pizzerías / donde el tango se acunó?». Y en la parte final: «No me hagan pasar calor / porque esto es un papelón». Cuando lo graba Pugliese con Montero ya la letra es la corregida a disgusto nuestro. Era una realidad pero hubo que cambiar. Lo grabaron también Alfredo Belusi, Jorge Caldara con Carlos Montalvo, Gloria Díaz, Salamanca con Jorge Garré y muchos otros. El tema sobrepasó mi nombre, me conocieron más.

«No fui un compositor dedicado, otro título mío fue “Con voz rebelde”, letra de Carlos Alberto Zein, lo registró Pugliese con Belusi y una segunda versión con Abel Córdoba. Otro: “Ya dice papá” con letra de Juan José Correia, lo llevó al disco Montero con la orquesta de José Libertella, también Salamanca con Luis Correa. Otro: “Por todo gracias Japón”, lo compuse cuando regresé de ese país con el conjunto de José Basso. Lo grabé con mi orquesta y la voz de Carlos Montalvo.

«Uno que no llegó al disco pero lo tenía Pugliese en su repertorio: “No es hora para más”, lo cantaba María Graña, la letra es de Jorge Moreira. Ganó un premio en el festival de Baradero en la década del 70.

«Con mi Cuarteto Estilo Tango, integrado por los hermanos Jorge y Juan Carlos Cordone en guitarra y guitarrón, con el contrabajo de Omar Murtagh y la voz del Alberto Hidalgo (El Chino), registramos para Music Hall una serie de temas —salieron en un cassette—, entre ellos, “Dame tu tango bandoneón”, que compuse en colaboración con Oscar Fuscaldo. Son 12 temas, seis cantados.

«Más tarde, tuve un terrible accidente en la avenida General Paz cuando fui atropellado por un auto, cambiando un neumático de mi coche. Muchos huesos rotos de la cintura para abajo, piernas, pelvis, ¡un desastre! En estas duras circunstancias quiero destacar a un colega que me vino a visitar todos los días a la clínica, me refiero a Ismael Spitalnik.

«Reaparezco a mediados de 1984, con un cuarteto: Armando Lacava (piano), Julio Rodolfo Piazza (contrabajo) —luego cantor con Fulvio— y Jorge Nimo (guitarra), el cantor era Ricardo Chiqui Pereyra

Y transcurrimos la tarde, filosofando de la vida y coincidiendo sobre las dificultades del tango en nuestros días. Después, nos despedimos con un abrazo y cada cual a cumplir con lo suyo, él con su fueye yo con mi consultorio. El Chino Eduardo Cortti fue un gran maestro, un artista íntegro y talentoso, de los muchos que nos dio el tango y que con sus propias palabras, rescatamos del injusto olvido.