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CREADORES MENCIONADOS EN ESTE ARTÍCULO
Azucena Maizani
Carlos Gardel
Carlos Lagos
César Ratti
César Tiempo
Cristino Tapia
Francisco García Jiménez
Francisco Martino
Horacio Pettorossi
Ignacio Corsini
Imperio Argentina
Juan Carlos Patrón
Julián Centeya
Julio De Caro
Pedro Laurenz
Raquel Notar
Roberto Maida
Rosita Moreno
Terig Tucci
Vicente Greco
Virgilio Expósito
Por
Ricardo Ostuni
Cómo fue la vida amorosa de Carlos Gardel
RIMERA PARTE
Isabel del Valle
Fueron muchas las mujeres que dejaron un rastro indeleble en la vida de
Carlos Gardel
; sin embargo ninguna fue capaz de encender la llama de una inflamada pasión.
César Tiempo
(
Así quería Gardel
. Bs. As. 1955) escribió a este respecto: «Nunca tuvo pasiones —lo que se llama pasiones— con mujeres del ambiente. No porque las desdeñara, no porque se considerara un ser excepcional en el medio, sino porque aspiraba a separar bien la madera del sámago, a no dejarse engañar por un sentimiento que traía emponchado un deseo subalterno de encaramarse y saltar, aprovechando su prestigio como trampolín.»
Sin ningún esmero literario y quizás sin la debida prudencia,
Roberto Maida
(Revista Así, Bs. As. 1965) coincide con las afirmaciones de Tiempo: «Jamás se le conoció una novia, una amante o simplemente una mujer que lo acompañara en forma permanente y quien diga lo contrario debe estar cerca de la mentira.»
No obstante para nadie es desconocida la presencia de Isabel del Valle con quien Gardel mantuviera una curiosa y dilata relación. Cuando se conocieron ella apenas tenía catorce años.
Fue en el año 1921. «Carlos me llevaba 20 años justitos pero yo era ya una mujer en mi figura. Además ¿qué importan los 20 años de diferencia? Le confieso que nunca reparé en esos aspectos. Me enamoré perdidamente de Carlos... Y sé que él me amó mucho también, que fui el único amor de su vida a pesar de todos los amoríos que se le adjudicaron.»
NdA: Isabel del Valle: Su nombre completo era Isabel Martínez del Valle, aunque Jacobo A. De Diego (Revista Tango y Lunfardo Nº 56, Chivilcoy 23/6/1990) sostiene que se llamaba Isabel Martínez del Solar. Había nacido en Buenos Aires, en el barrio de Constitución, el 16 de marzo de 1907. Cursó sus estudios primarios en el colegio religioso Santa Catalina todavía sito en Brasil y Perú. Su padre, que era ferroviario, falleció cuando ella tenía sólo 6 años de edad. La familia se mudó entonces a las cercanías de Sarmiento y Carlos Pellegrini en cuya misma esquina, una mañana de 1921
Francisco Martino
se la presentó a Gardel. Isabel estudió canto con Gianna Russ, aunque nunca tuvo demasiadas actuaciones en público. Curiosamente intervino en el recordado éxito televisivo de Narciso Ibáñez Menta en los años 60, El Fantasma de la ´
Ópera.
A poco de fallecer Gardel se casó con Mario Fattoni con quien tuvo un hijo, radicándose por muchos años en Punta del Este. Murió el 4 de mayo de 1990 a la edad de 83 años en su casa de Villa Ballester.
Los autores uruguayos,
Juan Carlos Patrón
(abogado) y Víctor Manuel Leites (crítico teatral), escribieron, entre otras, la pieza titulada
La novia de Gardel —crónica de tangos—
inspirada en Isabel del Valle. Su estreno se produjo el 4 de marzo de 1971 en el teatro Verdi de Montevideo siendo su protagonista la actriz Victoria Almeida. En Buenos Aires se la representó el 16 de noviembre de 1983 en La Manzana de las Luces y el 20 de agosto de 1984 en el Teatro del Plata.
No es esta la opinión de
Francisco García Jiménez
(
Tiempo de Gardel
. Corregidor, 1987) para quien «sus mujeres queridas eran las canciones». Alguna vez Isabel del Valle protestó con parecido argumento: «Carlos sólo estaba casado con el canto.»
¿Qué pensaría Gardel? Un atisbo de respuesta lo encontramos en El Nacional de Bogotá del 18 de junio de 1935. Seis días antes de la tragedia, éste era el diálogo que mantenía con un cronista:
«¿Cuál fue su primer amor?
«—He amado muchas veces en mi vida y conservo de ello gratísimos recuerdos, como que en todos mis amores he sido feliz. En ellos he querido de diferente manera según el temperamento de la chica, las circunstancias y el ambiente. Sin embargo, cada vez que me enamoro creo ser ésta la única ocasión en que verdaderamente he querido.
«—¿Cuál es el tipo de mujer que prefiere?
«—Prefiero las latinas, indudablemente, por ser de mi misma raza y por lo tanto comprender más mi temperamento, pero todas las mujeres atractivas e inteligentes me agradan.»
«—¿Es Ud. partidario del divorcio?
«—Debido a mi carrera no soy partidario del casamiento.»
César Ratti
—renombrado actor de la escena nacional a quien Gardel, adolescente, visitaba en su camarín— tiene una opinión confirmatoria. En el curso de una nota aparecida en la revista Sintonía con la firma de Silvestre Otazú, Ratti afirma que Gardel «no era hombre de amores. Mas bien le fastidiaban las mujeres. Era demasiado hombre para desperdigarse virilmente en aventuras que podía tener tantas como quisiera. A él le gustaba la compañía de los hombres. Entre nosotros se sentía cómodo. Y era entre hombres, seguramente, entre quienes pasaba las horas más íntimamente felices de su vida. Ha corrido por ahí la leyenda de la incapacidad amorosa de Carlos. Es falsa. Se encargaron de propalarla las mujeres que no pudieron conquistarlo como se conquista a Don Juan». Y de inmediato agrega que Gardel «es el antidonjuán. Es decir la antítesis del héroe mítico a quien su incapacidad amatoria y su circunstancia sentimental y pasional, le crean una veleidad carnal de tipo femenino. No es hombre de amoríos. En el amor tiene recato, pudor de profunda masculinidad... pero cuando había mujeres, él tallaba solo».
Su dilata relación con Isabel del Valle quizás sea una prueba de ese recato. Gardel jamás publicitó el romance y sólo supieron de él unos muy pocos amigos íntimos.
Sin embargo hoy, a la luz de las investigaciones y de los documentos conocidos, esta relación no parece tener los ribetes romántico-sentimentales que muchos autores han querido ver. Por el contrario sobran presunciones como para suponer que Gardel se vio obligado a la apariencia formal de este noviazgo por causas muy distintas del amor.
Un año antes de aquel reportaje bogotano, Gardel le escribía a Defino: «Asunto Isabel: Ya te dije que es para mí asunto terminado, definitivamente terminado y así debes considerarlo. Le mandé una carta rajante que espero será la última. Si quieren conservarme como amigo está bien, de lo contrario le corto la respiración sin mandarle más nada. Así debes decírselo, sobre todo a la familia. Te repito que quiero que des por absolutamente terminado este tema y que te hagas eco de mi manera de pensar ante esa gente. A ver si creen que estoy contratado con ellos para toda la vida. Si siguen cargándome se quedarán sin el pan y sin la torta, que elijan». Y en la postdata de esta carta fechada el 23 de abril de 1934, agrega: "Velo a Francisco (Maschio) que siga convenciendo a la preponte Isabel que me deje en paz, que bastante he hecho y hago con dejarle una casa y manteniéndola, se entiende hasta que se acomode, que si tengo que hacer el cretino." (Revista Tanguera, Bs. As. 1965).
A menos de un mes —el 19 de junio—, vuelve a escribirle a Defino para narrarle lo difícil que resulta hacer películas honorables sin elementos en Nueva York, pero desliza un nuevo párrafo harto elocuente de su preocupación por el "Asunto Isabel": «No recibí todavía carta de Doña Braulia, estoy esperando ver lo que pasa. Mi decisión de terminar es firme y no quiero que tengas ninguna clase de contemplaciones con esa gente. Andá viendo si nos conviene arreglar de un saque lo de la casa para quedar después libres de este engorro para siempre...» (id).
La ruptura de su relación con Isabel del Valle fue uno de los temas más conflictivos de los últimos años de Gardel. Ya en 1927, desde Barcelona, le pedía a Razzano que desanimara ese noviazgo, entre otras cosas porque «yo voy a cumplir 40 años y además yo tengo espíritu de dar vueltas todavía».
Cinco años después en una carta sin fecha redactada en Barcelona en papel membrete del Regina Hotel (Agradecimiento al coleccionista D. Héctor Lucci), le escribe a Razzano: «Mirá José, por de pronto hacé que Manuel no vaya más a mí casa... le pedirás a Glusmann de mi parte que me lo ponga de acomodador en algún cine para no dejarlo sin trabajo y a la familia la ayudaré, es decir a Isabel, hasta que se acomoden y si ella quiere trabajar o cualquier recomendación para un empleo, con tantas relaciones que tenemos procurá de hacerlo, eso lo haces poco a poco y sobre todo convenciendo a la madre o a la hermana, no sea cosa que estas hijas de putas vayan a hacerle trastada a mi mamá entonces se me acabará la buena voluntad y haré algunas macanas. Bueno viejo, arreglame este asunto en todo lo que puedas.»
La carta sigue con referencia a otros temas, pero concluye con la firme insistencia: «Te recomiendo el asunto Isabel».
No obstante las amenazas y los exabruptos de Gardel, la ruptura fue imposible. El 16 de octubre de 1934, en el curso de una larguísima carta a Defino, manifiesta la misma y viva preocupación: «Asunto Isabel. Recibí cuatro líneas con protestas de amor y otras tonterías. Pero mi resolución es inquebrantable. Hacéle saber que mi propósito es no volver por muchos años a la Argentina (eso para ella) y que no debe hacerse ninguna ilusión sobre mí. Todo lo que sabés queda en pie, se acabaron las subvenciones mensuales y bajo ningún concepto debés darle un centavo más. En cuanto a la casa, la iremos pagando poco a poco sin que nos pese para no perder lo que ya pagamos y para devolver gentilezas por sinverguenzadas. Y nada más. Hacéme el favor de ir abriéndote poco a poco de esta gente y no aceptés comentarios ni ruegos... Estoy dispuesto a no hacer más tonterías. La de Isabel y Cia será la última. Frunzamos y a otra cosa. Procurá hacer los pagos personalmente y no tolerés que lo hagan ellos hasta que podamos pagar de un saque y no volver a ocuparnos nunca más de toda esa gente. Al hermano tratá de abrírtele, si podés encontrarle algo, mejor, sino que se las arregle por su lado, como todos. Es necesario separamos de toda esa familia...» (Revista Tanguera).
No son pocos los autores que han creído leer en entrelíneas una maniobra extorsiva por parte de la familia del Valle.
Cristino Tapia
—guitarrero, compositor y cantor cordobés, hombre de la íntima amistad de Gardel— así lo sostiene. En una nota concedida a la revista "Así" en 1971, narró conocer las exigencias de casamiento por parte de los hermanos de Isabel. Recordemos que la relación se inició cuando ésta era menor de edad y que, eventualmente, Gardel pudo incurrir en algunos de los supuestos del artículo 119 y siguientes del Código Penal.
Tapia asegura que el casamiento se celebró en forma privada en un departamento sito en Corrientes y Callao siendo testigo de la ceremonia junto con Mariano Alcalde, que para ese entonces se desempeñaba como valet de Gardel. Y agrega que los hermanos del Valle obtuvieron una considerable suma de dinero que les sirvió para establecerse con una carnicería en el Mercado Central.
Personalmente descreo de la formalización legal de esa unión que, de haber ocurrido, habría convertido a Isabel en heredera universal de todos los bienes de Gardel. Sin embargo no existe ninguna presentación o interdicto suyo en los autos sucesorios.
En cambio advierto que no faltan razones para afirmar que la familia del Valle vivió a expensas de Gardel por muchos años. Lo incomprensible es que éste jamás afrontó el tema de la ruptura en forma personal y decidida. Por el contrario, siempre utilizó las gestiones de terceros y cuando se encontraba lejos. De la misma manera procedió a la hora de separarse de Razzano.
Esta falta de firmeza se repite en otras muchas circunstancias de su vida. Maida ha insistido siempre que Gardel «era un hombre muy retraído, casi tímido que estaba muy solo». Idéntica imagen nos dejó
Terig Tucci
("Gardel en Nueva York". 1967) pero afirmando categóricamente que «nuestro artista era un varón en todo sentido».
SEGUNDA PARTE
Las otras mujeres
Otra de las mujeres vinculada sentimentalmente con Gardel, fue Mona Maris. No se puede afirmar de modo concluyente que hubiera existido algún romance entre ambos. Lo poco que sabemos se debe a relatos que la propia actriz hiciera muchos años después de Medellín y jamás de un modo explícito.
En 1990, Pedro Urquiza dio a conocer este reportaje en una publicación especial titulada
Ser Gardel
:
«¿Cómo era el Gardel que conoció en ese tiempo?
«—Un ser encantador y muy buen mozo. Había logrado una gran madurez intelectual y refinamiento en sus costumbres... Me sentí muy atraída por su personalidad y creo que a él le impactó la mía. Teníamos algo en común: los dos éramos hijos del amor.
«—Algunos historiadores llegaron a dudar de su hombría.
«No, de ninguna manera. Era muy respetuoso de las mujeres, nada agresivo en el terreno del amor, pese a que todos las mujeres lo perseguían. Gardel fue muy hombre, lo conocí lo suficiente para asegurarlo.»
Esta ambigüedad tiene precedente. En 1939 accediendo a una requisitoria del diario El Sol, Mona Maris declaraba:«—Fuimos con
Carlos Gardel
grandes amigos, pero yo le debo algo más grande que la amistad... Carlos era esencialmente masculino, su atractivo viril lo hacia simpático a los hombres del norte. Las mujeres tenían delirio por él y hasta lo abrumaban con su admiración.»
Isabel del Valle protestó alguna vez: «Mona Maris me cansó con sus declaraciones titulándose ella misma el amor de Carlos Había sido nada más que una aventura... ella se le había ofrecido y Carlos era muy hombre y además no era tonto. Ella lo había provocado y Carlos la había usado como hubiera hecho cualquier hombre.»
Sobre la supuesta falta de hombría de Gardel se tejieron muchas versiones. Una de ellas, que tiene por autor a Maida, refiere que su pelea con Aguilar se debió a que «una muchacha rondaba a Carlos en el hotel donde este se hospedaba en España. Él no parecía dispuesto a trabar relación con ella y Aguilar le dijo que era afeminado, Carlos se enteró y lo echo a puntapiés del hotel...». Recientemente
Virgilio Expósito
, en un desafortunado reportaje, reactualizó estos infundios.
Pero cualquier sombra de duda a ese respecto queda borrada por los muchos testimonios de sus viejos compañeros de juergas. Irineo Leguisamo (ob. cit.) relata que con Gardel solían frecuentar la casa de La Ritana, propietaria de un salón de bailes donde «se bailaba y se tomaba tupido... Mimado por las mujeres,
Carlos Gardel
repartía sonrisas y bromas a las que era muy afecto».
«Esta mujer a quien llamaban La Ritana o Madamme Jeanne o Jeannete tuvo participación en importantes hechos en la vida del cantor y fue, seguramente uno de sus amores más conflictivos. Gardel la conoció exactamente el 28 de diciembre de 1913. Fue esa misma noche que un hombre mencionado como Pancho Teruel juntó a Gardel y a Razzano para que cantaran delante de gente de importancia social y política en el café Perú de Avenida de Mayo. La reunión nocturna siguió en una casa de citas elegantes regenteada por esa mujer cuyo nombre real sería Giovanna Ritana sita en la calle Viamonte entre Maipú y Esmeralda... Es muy probable que esa relación amorosa fue la que estuvo a punto de costarle la vida a Gardel, cuando fue baleado en diciembre de 1915, se ha dicho que sicarios de su propio marido llamado Juan Garesio» (Payssé González, ob cit.), José Gobello lo menciona como Amadeo Garesio.
Otros datos aportan Zinelli y Macaggi (ob. cit.) confirmando que La Ritana era la mujer de Garesio, dueño del Chantecler de Paraná 440. «Precisamente —dicen— es con Garesio que aparece el tercer término de un clásico triángulo amoroso que desataría un conflicto violento». Según dichos autores ésta fue la verdadera causa de aquel atentado que sufriera Gardel en diciembre de 1915, quien debió recurrir a los buenos oficios de Juan Ruggiero, Ruggierito para «disuadir» a Garesio de nuevas agresiones.
NdA: Este episodio. ocurrido en la madrugada del sábado 11 de diciembre de 1915, nunca fue debidamente aclarado. El diario La Nación en su edición del día siguiente dio noticias del suceso informando que el herido había sido trasladado al hospital Juan A. Fernández, siendo su estado delicado. El lunes 13 el matutino La Prensa también dio cuenta del hecho y el nombre del agresor: Roberto Guevara. Muchos años después, el 21 de agosto de 1963, la revista Leoplán publicó este comentario: «El Profesor Dr. Ricardo Donovan recordaba en una clase de Patología Quirúrgica del año 1948, que siendo practicante en el Hospital Ramos Mejía, examinó la herida sufrida por Gardel comprobando que había perforado el pulmón izquierdo sin orificio de salida; la posterior evolución favorable del caso decidió a los facultativos a no extraerle el proyectil que así permaneció alojado en su pecho toda la vida.»
La presencia de La Ritana en la vida de Gardel está confirmada por la propia Isabel del Valle:
«—¿Nunca tuvo celos pensando en alguna aventura?
«—Y respondiendo a su pregunta le voy a contar el caso de una mujer que, según llegó a mis oídos, mantenía una relación con Carlos. Se llamaba Ritana o le decían así. Dueña de una pensión en el centro y así fue que decidí ir a verla para comprobar qué había de cierto. La tal Ritana era francesa y lo denunciaba en su castellano entreverado. Me admitió que sí, que ella era la amante de Carlos , nada más que una aventura.»
Gardel había conocido a Isabel del Valle recién a fines de 1920, por lo que se deduce que su relación con La Ritana, iniciada hacia 1913, debió ser la más duradera de toda su vida.
A la muerte de Gardel hubo una sola voz disonante en medio de todos los panegíricos. Fue la de Monseñor Gustavo J. Franceschi (Sección Comentarios de la revista Criterios Nº 382, 27 de junio de 1935), arzobispo de Buenos Aires, quien publicó un largo artículo condenatorio de tanto reconocimiento público, en razón de su vida disipada y azarosa.
Coincidentemente muchos años después Blas Matamoro (ob. cit,) intentó pergeñar la imagen de un Gardel proxeneta: «Artista de los medios del hampa y raterito ocasional o persistente, algunos han imaginado a Gardel cercano a los círculos del proxenetismo. Su aspecto de nítido cuidado, el desvelo que ponía en acicalarse y peinarse, recuerdan la imagen del clásico macró porteño dé fines de siglo, tan prolijo y rumbo para vestirse como para arreglarse». La descripción no está lejos de la que José Sebastián Tallón hace de El Cívico en su importante ensayo “El tango en su etapa de música prohibida”, si bien Matamoro intenta una desvalorización injustificada de la figura de Gardel vinculándola lombrosianamente a ese triste oficio.
Similar intención observo en Olga Orozco (La Nación del 23 de junio de 1985) quien lo llama Carlitos «bien pagado», a propósito de su relación con la baronesa Sally de Wakefield. «Ella fue quien motivó el cambio de situación de Gardel, financió sus primeras películas en Francia y gestionó luego su ida a Estados Unidos».
Ciertamente fue una relación bastante equívoca. Gardel trabó amistad con el matrimonio George Wakefield y Sadie Baron, quienes poseían una inmensa fortuna. Algunos testimonios señalan que ella se prendó de Gardel y que él la atendió solícitamente a cambio de su generosa ayuda financiera.
Manuel Sofovich la describió como «una gran dama inglesa propietaria de los cigarrillos Craven A. Admiraba al cantor y lo protegía en todo sentido Fue ella la que lo invitó a visitarla en París y sabiendo que no era rico le costeaba todos los gastos a él y a sus acompañantes. Carlitos tenía muchas deudas y madame Bacfleld (sic) con desinterés y amor de mecenas lo ayudó a pagarlas ... ».
Quizás ese desinterés no fuera tanto, ya que le permitía exhibirse en el París de los años 30 con un hombre joven y de buena pinta, que ciertamente toleró su compañía por conveniencia personal.
Chas de Cruz recuerda que cuando Gardel llegaba con la baronesa, «una mujer más ancha que alta, con anillos que inflaban sus ya regordetes dedos, sobrevivientes en oro, platino y piedras preciosas», decía a modo de presentación: «Chochamus... aquí traigo el bagayo». Esto prueba que ningún vínculo sentimental podemos ver en esta relación, pese a que todas las tardes, a determinada hora, Gardel atendía solícitamente a la baronesa.
Payssé González aventura en cambio una hipótesis mucho más creíble relacionada con el mutuo interés comercial, pues el matrimonio Wakefield-Barón integró capital en la sociedad productora Exito's Spanish Picture, de la cual Gardel era el director, accediendo de ese modo al creciente negocio cinematográfico.
Gardel jamás confesó en público ningún amor, aunque alguna vez le dijo a Vicente Padula: «No me enamoré nunca. Todas las mujeres valen la pena de que uno se enamore de ellas, pero darle exclusividad a una es ofender a las otras». Tal vez por eso todos los nombres que se asocian a su vida amorosa (
Azucena Maizani
, Trini Ramos,
Rosita Moreno
, Gloria Guzmán) no fueran más que romances pasajeros.
Imperio Argentina
, en cambio, parece ser de las pocas mujeres inconquistables para Gardel «Trabajé muy a gusto con él. Por un lado era un ser demasiado sencillo y, por otro, de una egolatría total... Era muy guapo... también muy enamoradizo y me quiso poner un poquito los puntos, pero a mi gustaba otro tipo de hombre».
Teríg Tucci cuenta: «sentados al derredor de una mesa redonda, en su departamento de Beaux Arts, Gardel y nosotros, sus colaboradores, sugeríamos y discutíamos material nuevo para las películas. Le Pera buscaba algo más significativo para Gardel. Quizás algo que se refiriese a su propia vida, una especie de autobiografía. Comenzamos a hurgar en la vida de
Carlos Gardel
y la encontramos singularmente exenta de romántico interés. Este hombre, en el teatro del mundo, fue más bien un espectador que un actor.»
A renglón seguido y para disipar cualquier duda u errónea interpretación de sus palabras, Tucci agrega: «Permítasenos declarar aquí, que nuestro artista era un varón en todo sentido. Se sentía atraído hacía el sexo opuesto con la intensidad de su vigorosa hombría, sin ambages y con la confianza en sí mismo que le daban su gallarda figura y su popularidad de artista estelar. Pero, caballero discretísimo, jamás se jactaba de ello.»
Este juicio es coincidente con la impresión recogida por
Carlos Lagos
en un extenso reportaje publicado en “Mundo Argentino” el 12 de noviembre de 1930.
«—¿Y polleras Gardel? No hay nada de esta índole para contar?
«—No cronista, nada absolutamente, jamas me ocurrió nada» dice Gardel, pero «la sonrisa y la mirada esquiva desmienten la aseveración, Carlitos discreto y caballeresco es incapaz de poner en tela de juicio la reputación de una dama o el admirado gesto anecdótico de más de tres».
Con igual reticencia le responde a Angel Viegas Jaime (reportaje para el diario El País de Montevideo, agosto de 1928. Cf. Pelusso y Visconti, ob. cit.) «todavía no tengo novia», siendo que desde fines del 20 mantenía una conocida relación con Isabel del Valle.
Vinculados a su vida sentimental también hay otros nombres, menos fulgurantes o casi desconocidos, como el de Carolina Angelini quien según Avlis fuera su amor de la adolescencia, o los que rescata Payseé Cronzález en su enjundioso estudio: Elena Fernández a quien Gardel conociera en Montevideo, Andrea Morand con quien viajara a París; la actriz española Perlita Grecco; la bailarina Alicia Coccia y quien tal vez fuera el sentimiento parisino más profundo y acaso no correspondido: Gaby Morlay.
«Gaby Morlay —dice la revista Ahora en una nota que reproduce la revista Gente en su edición especial de 1977— era una de las actrices cinematográficas más cotizadas de esa época.
Carlos Gardel
comenzó a acompañarla, viéndoseles juntos en muchos lugares de París. Entre el cantor y la actriz se desarrolló un romance que se prolongó casi todo el tiempo que Carlitos vivió en la Ciudad Luz. Sin embargo, jamás hizo una sola confidencia a sus íntimos sobre aquellos amores ni se permitió formular cualquier frase que pudiera traducir sus verdaderos sentimientos».
En un interesante libro de Andrés Bufali titulado
Secretos muy secretos de gente muy famosa
—del que sólo poseo algunos capítulos en fotocopia—, leo: «Fui la amante de Gardel, ella, sólo la noviecita». Bajo este título el autor relata su singular encuentro con Peregrina Otero «una mujer de unos ochenta años, de regular estatura, delgadísima y con una vivacidad que mareaba.» a quien por los años 20 se la conocía con el nombre artístico de Loretta Dartés.
Según narra la propia interesada, había llegado a Buenos Aires en 1911, procedente de Portugal, su país de origen, comenzando a trabajar como equilibrista en el famoso circo de Frank Brown. Dijo también haber sido novia de Barry Norton, un muchacho argentino que triunfó con este nombre en el cine norteamericano y amiga de
Vicente Greco
,
Ignacio Corsini
,
Julio De Caro
,
Pedro Laurenz
y otros famosos de entonces.
«—¿ Y qué pasó con Gardel? inquirió Bufali –ansioso por conseguir una historia.
«—Un día me convertí en su mina. Sí tal como lo oyen.
«—Pero, ¿y qué pasaba con Isabel del Valle?
«—Ella... —dijo Loretta con una sonrisa picaresca—, era sólo la novia, yo era la mina.»
Y narra a continuación su encuentro con Gardel en Radio Belgrano, sus escapadas de amor a Montevideo los fines de semana y otros detalles más, de todo lo cual, supuestamente habrían tenido amplio conocimiento
Horacio Pettorossi
, Blas Buccheri —editor de la revista El Alma Que Canta—,
Raquel Notar
y
Julián Centeya
entre otros.
No ha sido Loretta Dartés la única mujer que se autoadjudicó romances con Gardel. En casi todos los sitios de su gira latinoamericana existen testimonios de amores locales, recuerdos imborrables en la memoria y en el alma de las supuestas protagonistas.
NdA: «Todos los gardelianos sabemos que en el mes de junio de 1935, al producirse la noticia de la muerte de
Carlos Gardel
en el accidente de Medellín, una mujer neoyorquina de 20 años, llamada Estrellita Rigel (así escribe el apellido el diario de lengua española La Prensa de N. Y, en su reportaje sobre el asunto) fue al Middletown Hotel, última residencia de Gardel en Nueva York e intentó suicidarse. Pero según La Prensa, sobrevivió». (Simon Collier. Club de Tango Nº 7, noviembre 1993).
En este interesante trabajo, Collier da cuenta de las investigaciones del periodista londinense Andy Bull —quien halló en la tumba de Rodolfo Valentino, en el Hollywood Memorial Park—, una nota dejada por una anciana que la visitaba con cierta frecuencia. La nota —transcripta— dice: «Aquí en este lugar bendito que Ud. y su espíritu eterno gocen de un descanso eterno. La esposa de
Carlos Gardel
».
Según noticias del personal del cementerio, la misteriosa mujer se llama Estrellita Rejil, y sostiene ser hija de aquella célebre Dama de Negro que, en los años posteriores a la muerte de Valentino, diariamente concurría ante su tumba.
Los nombres y apellidos de ambas mujeres (Estrellita Rigel, la presunta suicida, Estrellita Rejil la anciana de la nota) sugieren algo, más que una coincidencia. ¿Podrían ser una misma persona?
Collier no arriesgó opinión, pero conjetura acerca de esa posibilidad, y se pregunta: «¿qué nivel de fantasía hay en todo esto? La expresión "esposa querida" es sospechosa desde este punto de vista. Lo único cierto es que en 1993 hubo un pedazo de papel en la tumba de Rudolph Valentino en Hollywood, que afirma una supuesta reunión entre Estrellita Rejil y
Carlos Gardel
.»
El escritor colombiano Mario Sarmiento Vargas menciona las confidencias de Ivonne Guitry a Nicolás Díaz empresario del circuito Cine Colombia S.A. en muchas de cuyas salas se presentara Gardel durante su última gira.
«... Yo soy una mujer de alto mundo... Tenía diez y ocho años y vivía sola en París, sin rumbo definido. París de 1928. París de las orgías y el derroche de champán... Para suavizar mi desgracia me entregué de lleno a los placeres... Cocaína, morfina, drogas... En aquella época cosechaba éxitos y aplausos un recién llegado cantante de cabaret... Era
Carlos Gardel
... A Gardel le interesaban las mujeres, pero a mí no me interesaba más que la cocaína y el champán... Ese hombre se me iba entrando en el alma. Mi pisito lujoso pero triste, estaba ahora lleno de luz. Mi alcoba azul, que conoció todas las nostalgias de un alma sin rumbo, era ahora un verdadero nido de amor. Era mi primer amor».
Lo cierto es que por la vida de Gardel pasaron muchas mujeres —conocidas e ignoradas— pero casi siempre ocultas por ese manto de discreción con que rodeó su privacidad. Más es lo que se presume que lo que se sabe.
«Muchas mujeres sentían por Gardel una pasión extraordinariamente grande» dice Francisco N. Bianco aunque, según parece, ninguna logró encender el fuego de una pasión honda y perdurable.
No nos corresponde, a tantos años de distancia, ensayar ninguna teoría que lo explique, aún cuando no faltan «rebuscadas interpretaciones que van desde la solución edípica de enfatizar el amor por la madre, hasta » el concubinato con sus propias letras que cantaba» (Tabaré J. di Paula).
Pero lo que debe quedar en claro, es la falsedad de quienes han pretendido imputarle una conducta sexual equívoca.
En cambio es posible intuir en su personalidad, algunos rasgos que desdicen esa imagen de muchacho alegre, sonriente y triunfador que se ha vaciado en bronce. Gardel «era más bien un hombre introspectivo, dado a hondas reflexiones (con) un aura de tristeza que se manifestaba hasta en su sonrisa y en su actitud mas bien tímida, casi reticente». (Tucci).
Rehuyó siempre de toda obligación como no fuera la de su arte. Ni siquiera administró su carrera ni sus bienes. Prefirió siempre perder antes que pelear, como lo demuestran sus muchas cartas a Razzano y a Defino por el “asunto Isabel” o por las desavenencias con su antiguo compañero de dúo. Fue esquivo a los enfrentamientos personales y fundamentalmente un hombre temeroso de su propia intimidad.
Quizás todo esto explique su renuencia a extrovertir sus amores y a formar una pareja estable afrontando las dichas y las desdichas de toda relación.
El mismo velo que tendió para esconder su vida, lo desplegó para cubrir sus sentimientos. Su historia amorosa no es muy distinta de la de nuestros héroes y próceres, en cuyas biografías, salvo contadas excepciones, no se registran ni amores ni amoríos y mucho menos, el fuego de alguna explosiva pasión.
Este modo de resolver su vida sentimental, según Horacio Salas, también contribuyó a forjar el mito. Gardel es el novio eterno, el ideal que no se comparte con nadie... y que aparece transformado en príncipe azul en las vidas de cada una de las mujeres que sueñan con el modelo viril. (cf. Horacio Salas, El Mito que sonríe).
Originalmente publicado en la revista Club de tango, números 7 (Primera parte),septiembre-octubre de 1993 y 8 (segunda parte) marzo de 1994.
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