Por
Palermo - Abel Palermo, una charla entre amigos
e invitó a su casa, pasamos más de cuatro horas hablando de los viejos tiempos y, entre café y café, la nostalgia invadió la conversación, el ambiente se lleno de recuerdos. En la evocación desfilaron personajes, lugares, artistas y algunos secretos. Cuando me fui, tuve la sensación de haber recorrido por un instante, no sólo la trayectoria de Abel Palermo, también momentos de mi propia juventud.
«Soy porteño, nací en el barrio de Santa Rita, popularmente conocido como Floresta Norte, en una familia de ascendencia italiana.
«La música aparece muy temprano porque una tía, allá por la década del 30, fue una reconocida cantante popular llamada Tina Palermo, que estaba casada con el guitarrista Pascual Avena, músico estable de Radio Belgrano. Era uno de los tantos acompañantes de cantores y cancionistas, junto a Jaime Vila, Antonio Ciaccio y José Cortecce, o con Demasi, Toto y Rolando. Se presentaban en el programa La matiné de Juan Manuel, además de sus actuaciones en diversos escenarios tangueros.
«Salí a mi papá que las iba de locutor, admirador de la noche y del tango. Me crié en ese ambiente y ya, a los 8 años o aún antes, pasaba muchas tardes en la casa de los Avena, ubicada en la que es hoy avenida Ángel Gallardo 265. Allí estaba la música y la presencia de todos los cantores de la radio que acudían a ensayar. Por supuesto, fue en ese lugar donde comenzó mi afición por el canto y el tango. Recuerdo al hijo de Magaldi, a Roberto Quiroga quien más tarde tuvo su momento de éxito y, por entonces, cantaba en la orquesta de Alberto Soifer y luego pasó a ser solista acompañado por el conjunto de guitarras de mi tío.
«Los meses de vacaciones escolares, me quedaba con los tíos, no regresaba a mi casa hasta marzo. Una prima también era cantante, Anita del Mar, que murió muy joven, ella era Ana Avena, hermana de Carlos Fontán, mi otro primo, El Duende a quien vos conociste cuando fuimos a su casa a comer junto con Ricardo García Blaya. Él fue quien estrenó y grabó “Quedémonos aquí” y fue cantor de José Basso.
«Fue todo un personaje, que tenía su filosofía de vida y que, con su guitarra, era muy bien recibido en los cabarets y otros lugares de la noche. Ganó mucho dinero. Además, motivaba a los muchachos que querían ser cantores. Era una bella persona pero con ideas propias, un bohemio absoluto.
«A unas cuadras de aquí, en esta misma calle Elpidio González, mi papá tenía una Unidad Básica y cuando hacía festivales venían todos estos cantores, algunos habían sido muy famosos. Uno de ellos venía siempre de visita a mi casa y, por supuesto, fue un amigo íntimo de papá, me refiero a Ernesto Famá.
«Lógicamente, de muchacho, yo estaba metido en todos los concursos que se organizaban en los clubes de Villa del Parque y alrededores. En esa época eran muy habituales y eran todos de tango.
«Tenía 16 años o un poco más, cuando antes de entrar al servicio militar, consigo una prueba con Alfredo Gobbi. Él estaba en Radio El Mundo y allí me citaba dos veces por semana. Yo cantaba con su acompañamiento en el piano. Esto ocurrió durante un mes, se ve que le gustaba. Una noche en la confitería Richmond, de la calle Esmeralda, me presentó a Alfredo Del Río, que ya era su cantor —un muchacho macanudo—, y le pidió que me llevara a vocalizar.
«Mi chance de entrar era bastante grande pues Del Río venía conversando con Francisco Rotundo para incorporarse a su conjunto, pero cada uno tiene su destino. Muy poco después, el 2 de enero de 1956, me incorporaron al servicio militar obligatorio. Me tocó la fuerza aérea en El Palomar y eso me alejo totalmente del tango. Finalmente, Alfredito se fue con Pedro Laurenz y Gobbi contrató a Mario Beltrán. Oportunidad perdida. Salí de la milicia, en febrero de 1958.
«Por medio de un familiar de Julio Ahumada, en ese momento bandoneón en la orquesta de Enrique Francini, me tomaron otra prueba también en Radio El Mundo —era para cantar con esa formación— y la hice con una gran persona, el pianista, Juan José Paz. Fui cuatro o cinco veces pero Paz se retiró de la orquesta por otro trabajo más conveniente y, casi de inmediato, Francini disolvió la orquesta.
«Estuve un año sin hacer nada. Entonces, apareció otro amigo que anduvo un tiempo dando vueltas con el tango, pero luego se dedicó a otra cosa, era Carlos Arolas quien, al escucharme cantar, me aconsejó que fuera a tomar clases con el maestro Eduardo Bonessi de quien, con el tiempo, me hice gran amigo.
«Al comienzo, trabajaba en su casa de la calle Pasteur 34 y luego, en la avenida Corrientes. Recuerdo su puerta verde, antigua, pegada al cine Libertador, que ya no está. De entrada me dijo que tenía un color de voz similar al de Alberto Marino, que era uno de mis más admirados cantores. Tomaba clases tres veces por semana, tenía gran entusiasmo. Reconozco, sin jactancia, que conseguí una gran formación.
«En 1964, el Canal 13 de televisión organizó un concurso titulado El Festival de los Desconocidos, un certamen para diversos ritmos, entre ellos el tango. Oscar Sabino, el que fuera pianista de Francisco Canaro, era el director musical. Se fueron sucediendo las eliminatorias hasta llegar en septiembre a la final en el Luna Park, y salí ganador. Como premio, actué durante un año en varios programas del canal junto a Claudia Mores, Horacio Molina, Sandro y Marito González, quien después se convertiría en Jairo, entre otros. Pero el rock ya pisaba fuerte y el tango iba perdiendo espacio en el público.
«Al año siguiente, trabajé en Sábados Continuados, con Antonio Carrizo. Más tarde, apareció un contrato bueno, por un año y medio, para actuar en Radio Splendid acompañado por la orquesta estable que dirigía Ángel Domínguez. Fue una linda época. Así hasta 1969, también haciendo radio y locales nocturnos. En uno de ellos, La Querencia, estuve bastante tiempo, pero ya estaba casado, tenía responsabilidades y no podía entregarme íntegramente.
«Yo nunca viví del canto, tenía mi empleo como protesista dental. Estuve en el Hospital Nacional de Odontología y como siempre hice política, era delegado gremial y, tras unos malentendidos, por decirlo de algún modo, me tuve que ir, por suerte a un buen lugar, el Instituto de Odontología Infantil creado por Benito Quinquela Martín, en el barrio de La Boca.
«En una oportunidad, di unas pruebas con Osvaldo Pugliese en el café Callao 11 —que ya no está— y, en cuyo subsuelo muchos músicos ensayaban. Canté “Por qué la quise tanto”, el tema con el que gané el concurso en televisión, pero tuve que bajar un tono para adaptarme al arreglo y eso me quitaba brillantez, reconozco que mi estilo no era para esa orquesta. En esos días, apareció Abel Córdoba.
«Fallecido Bonessi, yo seguí vocalizando con Dante Gilardoni, en la academia del pianista Alberto Suárez Villanueva. Canté en Radio Libertad con la dirección de Leo Lipesker. Pero ya era una época complicada para el tango. A partir de 1960, van desapareciendo los mejores lugares de trabajo, las orquestas se transforman en tríos o cuartetos, quedaban pocos cabarets. Todo comenzó con el golpe militar contra el gobierno de Perón, en 1955 y, a partir de entonces, lo nacional va siendo invadido por lo de afuera. El folklore no sufrió, porque era con guitarras que acompañaban al cantor o bien un trío o cuarteto vocal, lo cual era menos oneroso.
«A través de Joaquín Fabré, un gran músico y armonizador que era copista de la editorial Fermata, conozco a Ben Molar. Allí fui para ensayar uno de los temas del álbum —«14 con el Tango»—, “En que esquina te encuentro Buenos Aires”. El director musical era Alberto Di Paulo quien prefirió a otro cantor.
«Sin dejar de estar conectado me fui alejando del tango. Continué como siempre con la política y, por 1980, otra oportunidad, el concurso de autores y compositores nuevos que organizaba SADAIC, con cantores de mediana difusión. Llegué a las finales que fueron en Radio El Mundo. Salí segundo; me quedó el gusto de ser acompañado por Osvaldo Tarantino, Julio Pane y Aldo Nicolini.
«Tuve la suerte de tener músicos de jerarquía, de los que destaco a Roberto Pansera a quien conocí por Roberto Lambertucci, en su editorial Neuman, en la calle Maipú. Pansera era un talento, por muchos años arreglador de Osvaldo Fresedo. Con él grabé, en 1969, un disco 33 doble (sello Disquería), tres tangos que me pertenecen en colaboración con Octavio Martingano: “Aquellos que pecaron”, “Con la luz de tu mirada” y “Mis besos y tú”, también “Miedo”, de Pansera y Ángel Cortese.
«Asmimismo, preparé “El último escalón”, donde Pansera me acompañó con el órgano. Lamentablemente, por algún problema no salió a la venta, esto se hizo costumbre en mi carrera.
«Por suerte en mi trabajo me fue muy bien, terminé siendo jefe del servicio allí en el Instituto Odontológico infantil, hasta que con el golpe militar de 1976, un interventor al que no le gustó mi cara o lo más probable, mi actividad gremial, creyendo que me perjudicaría me mandó al Hospital Posadas, en Haedo, justo cuando se creó el servicio de laboratorio de prótesis. Y allí terminé cómodamente, hasta jubilarme.
«Con el arribo de la democracia, me dediqué exclusivamente a la política. No obstante, cante por invitación de amigos, sólo para compartir algunas horas y recordar como se cantaba, pero ya mi carrera profesional había terminado.
«Conocí a mucha gente del ambiente, pero actualmente, mi única labor con el tango se centra en mis colaboraciones con ustedes, participando en el equipo de Todo Tango, y así, aprovechar ese conocimiento para que queden por escrito algunos momentos de la trayectoria de tantos muchachos.
«Como broche a mi campaña y para darme un gusto, en el año 2005, grabé un disco compacto con el apoyo de Salvador «Quique» Greco y Pablo Agri, que presenté en el Café Tortoni.»