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Por
Juan Carlos Esteban

Carlos Gardel y la masonería

o hay prueba alguna de que Gardel fuera masón.

1°. Este tema que salió a relucir últimamente a través de Marcelo Martínez, me habilita a señalar que en la vida intelectual, artística y del tango, militaron en la masonería: Gabriel del Mazo, Arturo Jauretche, Atilio García Mellit, Homero Manzi, Forencio Sánchez, García Velloso, Roberto J. Payró, Enrique Muiño, etc.

El caso de Florencio Parravicini, como hijo de masones, fue iniciado muy joven, el 5 de junio de 1894 en la Logia Roma N° 128 y más tarde pasó a la Logia Bernardo Monteagudo. Fue concejal con el apoyo de la masonería.

En el tango propiamente dicho fueron masones: Augusto Berto y Francisco Canaro. Berto se inicio en la Logia Unión del Plata N° 1, el 5 de abril de 1924, de la que fue un Venerable Maestro (Presidente) entre 1936/37. Se afilió después a la Estrella de Occidente, donde también fue elegido su titular. En la Gran Logia Argentina desempeñó varios cargos, entre ellos en el de Segundo Gran Vigilante en el periodo 1937/38. En su testamento legó la mitad de sus derechos masónicos al orfanato masónico, Hogar Bernardino Rivadavia de José. C. Paz.

Canaro fue iniciado el 28 de enero de 1923 en la Logia Unión del Plata. Sobre Carlos Gardel no hay registros ni menciones incontrastables y pongo en seria duda esa condición, por sus lazos salesianos y su asidua concurrencia a oficios religiosos en su madurez.

2° Como aporte al cuestionable trabajo de Martínez, sobre la eventual iniciación de Carlos Gardel en los ritos masónicos, creo necesario tener en cuenta los siguientes aspectos:

a) Carlos Gardel recibió, desde su temprana niñez y escolaridad, una fuerte educación religiosa en la escuela Salesiana Pio IX, desde abril de 1901 hasta 1904, consustanciándose con todos sus ritos.

b) En la entrada del Colegio Pio IX, en la Capilla de las Reliquias, se conserva una placa recordatoria de su paso por la institución. Dentro del templo, un ex alumno colocó otra donde todos los años se ofrece una misa en su memoria. El Padre Humberto Baratta le dedicó un breve estudio de su paso por el establecimiento salesiano, en 1985, refrendado por la Inspectoría San Francisco de Sales. En un reciente remodelamiento interno, cuenta con tres vitrinas donde abundan fotos y recordatorios que exaltan su memoria. Es fácil colegir que si hubiera la mínima evidencia, como converso o dudoso iniciado en la liturgia masónica, seguramente, la atenta vigilancia para la Conservación de la Fe, hubiera operado, rápidamente, en lugar de conservarlo, en su lugar de privilegio.

c) El actor chileno Francisco Flores del Campo (1907-1993), que actuó en la película “El día que me quieras” y que convivió con Gardel durante la filmación, registra en una nota de homenaje de la televisión chilena, «que todos los domingos, por la mañana concurría solo a misa, en la iglesia de San Patricio, en Nueva York, y después se retiraba solo como había venido». Se puede inferir que esa presunta duplicidad, sobre el final de sus días, era incompatible, a la luz de una personalidad sin dobleces.

d) Volviendo al aspecto doctrinario, es menester remarcar, que a falta de evidencias documentales en los archivos de la Gran Logia y del Supremo Consejo del Grado 33, no hay rastros, registros, ni menciones sobre Gardel hasta 1957 en que dejó de exponerse.



3° En 1892, el 8 de diciembre, en carta al pueblo italiano el Sumo Pontífice escribía: «Recordamos que el Cristianismo y la masonería son esencialmente inconciliables, así como inscribirse en la una significa separarse de la otra».

4° El 26 de noviembre de 1983, el Cardenal Joseph Ratzinger, en ese entonces, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, escribía: «se mantiene por tanto sin cambios, el juicio negativo de la Iglesia, en relación con las asociaciones masónicas, ya que sus principios han sido siempre considerados inconciliables con la doctrina de la Iglesia y por ello la adscripción a la misma queda prohibida». De todo lo expuesto y considerando a Carlos Gardel respetuoso y fiel a sus creencias y convicciones más íntimas, tal hipotética conversión, no habría pasado sin ser divulgada.

5° Hago referencia a un comunicado a la Academia del Lunfardo, por parte del prestigioso amigo José Gobello que se refiere al velatorio de Gardel en Medellín, registrado por Aquiles Echeverri M. en su libro “Gardel, su historia y causa de su muerte”. Según Echeverri los restos fueron velados en la Residencia del presbítero, Dr. Enrique Uribe Ospina: «En aquella noche en que se velaba a Gardel, apareció un grupo de masones con el argumento que Gardel era Masón. De inmediato, Monseñor exigió pruebas contundentes, pero como vieron la erguidez y la templanza del religioso, falló el intento, como lo aclaró más tarde el religioso».

6° Esas pruebas nunca aparecieron, dando paso al “relato”, partiendo de supuestos, que últimamente se pusieron de moda. ¡Al mito no le dan descanso! En definitiva la novísima versión, pródiga en leyendas, que entretiene a los noveles cronistas son dichos y circunstancias sin comprobación verificable, donde se mueven cómodamente, fabulando, sin contrapartida documental. Pura hojarasca, presa del viento de la historia. No más que pasatiempos de opinólogos aficionados.

La rigurosa historia de Gardel, es terreno vedado para diletantes ocupados en hurgar, entre sobras residuales, chismes de comadres.

La otra historia les queda grande y es la que perdura. Por otra parte, pretender convertirlo —ya cadáver—, en un converso, es una actitud repudiable y no estoy dispuesto a ser cómplice en detalles irrespetuosos por no decir, tortuosos.



7°. Señor Marcelo Martínez, siga “profundizando” sobre testimonios y detalles “coincidentes” y no tantos, como un Dios Jano. La línea investigativa se nutre de pruebas fehacientes y no testimonios e indicios que sobreabundan en el “relato oriental”.

Lo concreto y documentado es:
a) Como elemento principal, esta su ausencia en los registros de la Gran Logia y el Supremo Consejo del Grado 33;
b) Su educación religiosa en las congregaciones salesianas;
c) Su concurrencia dominical a la Iglesia de San Patricio, en Nueva York.

La otra línea “testimonial” es pariente cercano a su pretendida condición como “racista”, “próximo al Hampa”, “putañero”, “proxeneta”, “homosexual” y otras lindezas que cultivan relatores sensacionalistas, registrados en la prensa amarilla.