Por
La primavera, en nuestras vidas y en el tango
na orgía de luz!...
El cantor de selváticos poemas
anuncia en sus pregones orquestales
¡el reventar glorioso de las yemas!
(Evaristo Carriego)
Pimavera pagana en arte
En el período de pintura renacentista (siglo XV), Sandro Botticelli reprodujo, en su célebre cuadro La Primavera, el mito pagano de la necesidad de un acontecimiento no feliz para que la vida, el florecer y la felicidad vuelvan...
Los orígenes pueden haber estado en las festividades romanas. En la Fiesta de Flora o Floraria la ninfa Cloris exhalaba aliento a flores al respirar. En el mes de mayo, Céfiro, dios del viento, sintió una gran pasión por Cloris y la posee. Arrepentido de su actitud la transformó en Flora, diosa de las flores y le regaló un jardín para que reine eternamente la primavera.
En el cuadro se vislumbran los dos aspectos: la persecución erótica a Cloris y su transformación en Flora derramando flores, Las ropas de ambas mujeres flotarán en sentido contrario. Las flores y frutos son simbólicos. Los naranjos representan el jardín de los Medici. Venus, diosa del amor en el centro, sobre ella Cupido enviando sus flechas amorosas a las Tres Gracias. Por doquier violetas, fresas silvestres, rosas (flor del amor), se esparcirán nomeolvides, jacintos, iris, siemprevivas, clavelinas, anémonas...
Las flores representarán el homenaje, la alegría por el comienzo, el revivir, la entrega, la felicidad... por eso serán sinónimo de la eterna primavera.
La primavera en Stravinski
Cuando Igor Stravinski compuso su “Consagración de la Primavera”, en 1910, imaginó el sacrificio de una joven bailando hasta la muerte buscando en el folklore ruso rituales paganos y melodías populares. La muerte de la doncella garantizaría el retorno de la primavera basado en los cultos de fertilidad, muerte, vuelta a la tierra en transfiguración.
Primavera en tango
Astor Piazzolla compuso en la década de 1960 sus Cuatro Estaciones Porteñas, estrenándolas con su quinteto: bandoneón, piano, violín, guitarra eléctrica y bajo.
“Primavera porteña” (1970) al igual que Stravinski, Comienza con fuerza; bandoneón acompañando en percusión, luego se integrará el piano y los demás instrumentos, en el momento previo al drama, en un “in crescendo” que se aquietará acompañando al rito. Finalmente, en el retorno triunfal, estridentes disonancias festejarán el renacer.
No, no podemos dejar de mencionar, antes de deshojar las letras, el excepcional tango de Francisco De Caro, con el sugestivo título, “Flores negras” (1927), incorporación de la romanza al acento tanguero. Más que la letra, sobresale esa música única de Francisco plena de acordes y dulzura.
Primavera en letras tangueras
“Fruta amarga” (1944)
Eras la luz del sol y la canción feliz
y la llovizna gris en mi ventana.
Eras remanso fiel y duende soñador
y jazminero en flor y eras mañana,
suave murmullo, viento de loma
cálido arrullo de la paloma...
“Naranjo en flor” (1944): “Primero hay que saber sufrir,/después amar, después partir/y al fin andar sin pensamiento...” nos dirá en su tango el poeta Homero Expósito, acaso resumiendo el rito pagano mencionado: luego del sufrimiento el eterno perfume de la flor del naranjo (jardín de los Medici) que siempre renace.
Es necesidad de la naturaleza tornar bello lo que debe ser reproducido, el hombre utiliza el lenguaje para convertir en metáforas lo vivido. El pensamiento literario tanguero, siguiendo el imaginario colectivo, transforma, en ocasiones, la presencia de las flores no sólo en metáforas sino en símbolos.
Algunos autores eligen especies de su entorno para identificarse líricamente con él.
“Clavel del aire” (1929): Esta flor se prende de otras ramas como se prendió ella a un generoso corazón que le permitió vivir y además le dio vida en el amor... luego, el alejamiento y la tragedia.
Y mi ramazón
Secándose iba,
cuando ella una tarde
mi sombra buscó...
Un ave cantó en mi ramazón
y el árbol sin flores
tuvo su flor.
Como el clavel del
aire así era ella
Igual que una flor
Prendida a mi corazón
¡Oh cuanto lloré
cuando me dejó!
“Mano cruel” (1929): Una joven, vida sencilla, sencillo amor, un pimpollo, una ofrenda primaveral hasta que alguien, furtivamente, la convierte en objeto de placer robándole un presagiado destino de ventura. La descripción sólo requirió sencillas metáforas comparativas.
Mintió aquel hombre que riquezas te ofreció,
con mano cruel ajó tu gracia y tu virtud.
Fuiste la rosa de fragante juventud
que hurtó al pasar el caballero que pasó.
“Quedémonos aquí” (1956)
Amor, la vida se nos va,
quedémonos aquí, ya es hora de llegar
¡amor, quedémonos aquí!
¿Por qué sin compasión rodar?
Amor, la flor se ha vuelto a abrir
y hay gusto a soledad, quedémonos aquí.
Nuestro cansancio es un poema sin final
que aquí podemos terminar
Abre tu vida sin ventanas
¡Mira que lindo que está el río!
Se despierta la mañana y tengo ganas
de ofrecerte un ramillete de rocío.
¡Basta de noches y de olvidos!
¡Basta de alcohol sin esperanzas!
Deja todo lo que ha sido
desangrarse en ese ayer sin fe.
Como en el rito pagano, un final trágico para un comienzo venturoso “Quedémonos aquí” es el hoy. “La flor se ha vuelto a abrir”, invitación a la primavera, a finalizar el poema comenzado en olvidos, noches, alcohol. Es una invitación a la vida, al despertar de los colores, a la verdad de los sentimientos, un asomarse a la armonía de un futuro pleno. Vida, flor, amor, ramillete de rocío, poema, sintetizan la primavera.
“Golondrinas” (1934)
Criollita de mi pueblo,
pebeta de mi barrio,
la golondrina un día
su vuelo detendrá.
No habrá nube en sus ojos
de vagas lejanías,
y en tus brazos amantes
su nido construirá.
Su anhelo de distancias
se aquietará en tu boca,
con la dulce fragancia
de tu viejo querer.
Criollita de mi pueblo,
pebeta de mi barrio,
con las alas plegadas
también yo he de volver.
El personaje es esa golondrina errante “con fiebre en las alas” que buscaba “cielos lejanos”, “otros caminos” pero que ahora se detendrá en ella, en sus brazos para construir un futuro. Es una ofrenda de primavera, es una ofrenda esperanzada a compartir la vida. Como en el rito pagano, la tragedia, en este caso, olvido y ausencia, convertida en la felicidad del encuentro.