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Claudio España

Rosita Moreno, compañera artística de Gardel

ija de un español, Francisco (Paco) Moreno (en realidad, Juan Viñolas) que a fines del siglo XIX emigró a Méjico en busca de mejor suerte. Así fue que su padre pudo ponerse al frente de un hotel en la ciudad de Pachuca. Pero llegó la revolución e hizo de sus finanzas un caos. Aprovechando su origen hispano y ciertas dotes para el canto y el baile, además del auge que la danza española tenía en Estados Unidos, se transformó en Paco Moreno y viajó primero a Broadway y luego a Hollywood.

No le fue mal. Desde 1930 y hasta su muerte en 1941, apareció en unas treinta películas, incluida Sangre y arena, en la versión con Tyrone Power y Rita Hayworth. Luego, este zaragozano formó dúo con su mujer Pilarica (en realidad, Ascención Moreno) e incluso pasaron por Buenos Aires cuando Rosita, que bailaba con ellos, era aún una niña.

Unos años más tarde, algo más que adolescente, fue descubierta por un productor de la Paramount mientras bailaba en un escenario de París. Cerca, en Joinville, la empresa había arrendado un estudio de cine para producir películas habladas en español. Ya había llegado el cine sonoro pero se desconocían los subtítulos y el doblaje, de modo que el cine norteamericano perdía mercados aceleradamente, y allí fue a parar Rosita.

En 1930, protagonizó con uno de los galanes de entonces, Adolphe Menjou (con quien había dado antes una prueba satisfactoria en Nueva York), el film Amor audaz, un asunto sobre ladrones internacionales de joyas. El director fue Louis Gasnier. Desde ese momento fue la estrella de sus películas, muchos títulos en los que cabe destacar: No dejes la puerta abierta, donde comparte la actuación con Mona Maris, otra de las chicas de Carlos Gardel y, además, otras dos películas con el exitoso cantor mejicano José Mojica, que ganó fama cuando se entregó al sacerdocio.

En el ámbito rioplatense, Rosita Moreno fue reconocida exclusivamente por su presencia junto a Gardel en Tango Bar y en El día que me quieras, que fue estrenada en Buenos Aires al año siguiente del accidente en Medellín. Allí, se destaca aquella escena donde siendo la esposa de Carlos, fallece y en su lecho de muerta, Gardel se sienta a su lado y canta amargamente “Sus ojos se cerraron”. Luego reaparece en el rol de la hija y sobre el final del metraje, cantan algunos versos a dúo, justamente de la canción “El día que me quieras”. Rosita continuó filmando por largos años.

Además de su presencia de niña trabajando con sus padres, estuvo en nuestra ciudad varias veces más. En 1936, en 1938, en 1940 y 1941. Presentaciones en el Teatro Maipo y la filmación de dos películas: El canillita y la dama, estrenada el 8 de junio de 1938 en el cine Monumental, junto a Luis Sandrini y dirigida por Luis César Amadori y, La hora de las sorpresas, estrenada el 21 de octubre de 1941 en el cine Broadway, junto a Esteban Serrador, Pedro Quartucci y otros, dirigida por Daniel Tinayre.

En sus presentaciones teatrales, aparte de los números de su rutina habitual de canto y danza, agregaba para la ocasión temas de nuestro folklore y una cueca que encantó al público que le obsequió su entusiasmo. Su carrera fue manejada por su marido, un hombre de negocios, llamado Melville Shauer, que la tuvo trabajando y viajando a toda hora, lo que pone de manifiesto que su carrera excedió las dos películas con Gardel por la que tanto se la recuerda.

Nota de dirección: En un reportaje de diario Clarín —pocos años antes de la muerte de Rosita—, realizado en la que fuera su última residencia en Los Angeles, California, Estados Unidos, ella comenta que intervino en unas 80 películas y que abandonó la actividad artística en 1954. Con respecto a Gardel dijo:

«Carlos era una persona muy fina y delicada, un hombre simpático y muy simple. Personalmente lo conocí en una oficina de la Paramount, vino a saludarme y a partir de ese momento me sentí muy cómoda. Verlo cantar era una maravilla y me llamó la atención en aquellos momentos que varias canciones las interpretara sentado, lo cual era difícil para algunos intérpretes. En Tango bar bailamos el fragmento de un tango. No tuve problemas, pero en El día que me quieras cuando me dijeron que una parte debía cantarla con él, me temblaron las piernas. Me ayudó mucho y tenía gran facilidad para hacer la segunda voz. Una anécdota que despertó muchas risas, cuando nos casamos y luego vamos a ingresar al nuevo hogar, nos fuimos al suelo. Hubo muchas bromas. Era muy cuidadoso antes de las tomas o de las fotografías, se preocupaba mucho de su perfil izquierdo, donde tenía una entrada en el pelo, que trataba de disimular con la partición del peinado. Acordarse de Carlos y de los momentos pasados junto a él es emocionarse».

Con respecto a su carrera agregó haber trabajado junto a Ray Milland y Cary Grant y que en algunas oportunidades bailó acompañada por la orquesta de Xavier Cugat.

Si bien la semblanza de Claudio España menciona otros ingresos posteriores a la Argentina, no dice que Rosita regresó por primera vez a Buenos Aires, en mayo de 1933 y actuó en la revista La estrella de Los Angeles, de Antonio Botta y Luis César Amadori, en el Teatro Maipo, con Pepe Arias. Luego, antes de volver a Estados Unidos, viajó a Chile.

En ciertas notas periodísticas y sitios de Internet aparece equivocado su lugar de nacimiento, se informa Madrid (España), en lugar de Pachuca (México) —que es el correcto conforme la semblanza transcripta, como así también, la confirmación del amigo Pepe Crow que conoció muy bien a la estrella—; esta confusión la provocó su padre que cuando nació la anotó como española, cosa que era posible porque en España —como en casi toda Europa—, la nacionalidad se rige por el ius sanguinis (derecho por la sangre y no por el ius loci, el lugar de nacimiento). Finalmente, ya radicada en Estados Unidos, en la ciudad de Los Angeles, California, se nacionalizó norteamericana.

Publicado en el diario La Nación, el 11 de noviembre de 1993 y reproducido en la revista Tango y lunfardo, Nº 92.