Por
José Gobello
| Néstor Pinsón

¿Un Barón y un Papa en la elevación social del tango?

l barón Antonio De Marchi nació en Pallanza, Italia, el 25 de agosto de 1875 y murió en Buenos Aires, el 20 de febrero de 1934.

No es justo ocuparse del desarrollo y la evolución del tango sin mencionar a este ilustre personaje, que abrió a la danza porteña los salones de nuestra aristocracia.

Llegó a Buenos Aires a fines del siglo XIX. Su abuelo Silvestre lo había hecho setenta años antes como representante de Suiza y había instalado una droguería muy próspera. Su padre Antonio, se había casado con Mercedes Quiroga, hija de Facundo. El joven Antonio, que con su hermano Alfredo, estaba encargado de la droguería familiar, se casó a su vez con María Roca, hija del general Julio Argentino Roca, quien fuera presidente de la República Argentina en dos períodos (1880-1886 y 1898-1904).

Su perfil era, principalmente, el de un deportista y pionero. Fundó en efecto, la Sociedad Sportiva, creó el Cercle de l´Eppé para difundir la esgrima, fomentó el automovilismo; organizó los Boy Scouts de Buenos Aires; formó los batallones escolares que desfilaron en las fiestas del Centenario (1910); impulsó el hipismo; cultivó la amistad de Jorge Newbery, facilitó al Aero Club el campo de la Sportiva (actual zona del Planetario de la ciudad), desde donde el 25 de diciembre de 1907 partió el globo Pampero, tripulado por Newbery y Aaron de Anchorena.

Luego al estallar la primera guerra mundial, regresó a su país y se incorporó allí a las tropas combatientes. Vuelto a la Argentina, después del armisticio, promovió la visita de la Misión Aeronáutica Italiana y presidió el Comité Aeronáutico, entre cuyos dirigentes estaba Daniel Videla Dorna, otro gran tanguero que, en 1913, había sido miembro del jurado en el concurso del Palace Théatre de la calle Corrientes 757, estas actividades deben sumarse a otras tantas.

En 1912, a quien el rey de Italia había otorgado el título de Barón, organizó en el Palais de Glace una velada destinada a exhibir, ante la deslumbrada burguesía porteña, la danza criolla que estaba haciendo estragos en París y contra la que los obispos franceses comenzaban a lanzar duras invectivas (hasta hay una historia de una exhibición de danza en el Vaticano).

La orquesta estuvo integrada por Genaro Espósito (bandoneón y dirección), Vicente Pecce (violín), Vicente Pecci (flauta) y Guillermo Saborido, hermano de Enrique, (guitarra). Según figura en otra fuente Juan Bautista Deambroggio —Bachicha— estuvo a cargo de la orquesta.

Al año siguiente, en el mes de septiembre, patrocinado desde la presidencia de la Sociedad Sportiva ocurre el concurso del Palace Theatre y allí la orquesta estuvo dirigida por el violoncelista Carlos Marchal.

Los tangos en concurso resultaron 62 y los elegidos fueron “Tony”, firmado con el seudónimo J. Nirvassed, que resultó ser un chacarero de origen francés, músico orejero, llamado José de Wavrin. Fue publicado con el título de “American Cirque Excelsior”.

Otro fue registrado como “Pocho”, pero estaba mal escrito, en ralidad era “Pacho Número 5”, de Juan Maglio. Y finalmente, también fue reconocido, “El aventurero”, aunque sin conocimiento cierto de más datos.

Cuando se los ejecutó, la mayor parte de la «high life» presente salió a bailar. A partir de ese día, fueron solicitados para las importantes fiestas en los grandes palacios, los ya conocidos Vicente Greco y Francisco Canaro. Juan Carlos Herrera uno de los presentes y destacado bailarín fue el profesor preferido de la «Haute». Si bien el tango estuvo siempre presente dentro de esta clase social, lo fue de, puertas adentro, al mismo tiempo que en los arrabales. Pero a partir de entonces hubo una amplia aceptación y el tango abiertamente inició su periplo. Cafés y peringundines, garçonieres, París, el Palais de Glace, el Palace Theatre y los tantos salones donde se aposentó la clase media. (Extraído de los fascículos Letras de tango, por José Gobello, Editorial Meralma).



Nota de la dirección:
El texto precedente está en las antípodas de lo que nos dicen Hugo Lamas y Enrique Binda sobre este personaje, al que califican de «execrable», en su libro El tango en la sociedad argentina 1880-1920. En esta obra demuestran que el tango ya era moneda corriente en la juventud de la clase alta. Y citan, entre otros argumentos, un artículo publicado en el diario La Nación (Buenos Aires, 10/12/1911) que ironiza a la Sociedad Sportiva creada por el Barón y se queja cuando dice «¡Sostener y popularizar más todavía al tango! ¿Por qué? ¿Para qué?».

Aclaración sobre otra leyenda.
Es común escuchar entre tangueros un episodio que involucra al Papa Pío X. Aquel que protagonizó el bailarín Casimiro Aín quien, estando en Roma, consiguió una entrevista con el Papa para demostrarle que la danza del tango no tenía nada de pecaminoso. Se dice que para la ocasión, dejó a un lado a su compañera Peggy (cuya figura no era apropiada) y fue acompañado por una empleada del Vaticano de apellido Scotto (que curiosamente sabía bailarlo) y con el acompañamiento de un clave tocado por un colaborador del Santo Padre, danzaron sin cortes ni quebradas, un tema de Francisco Canaro.

Años atrás el musicólogo Enrique Cámara de Landa, a nuestra solicitud, y aprovechando que estaba realizando un trabajo en la hemeroteca del Vaticano, luego de que le reseñáramos la historia, recorrió exhaustivamente los ejemplares del diario del Vaticano —documento donde figura hasta el movimiento más pequeño de lo allí ocurrido—, anticipándome, con conocimiento de causa, que le resultaba muy extraño que un Papa se ocupara de tal nimiedad, que para esos casos enviaba un subalterno.

Pasado un tiempo, su respuesta fue negativa. No encontró ninguna mención. Un par de años después, se lo volví a solicitar ratificando fechas con algún otro dato. Tampoco encontró absolutamente nada relacionado con el tango.

Para definir terminantemente esta cuestión, pudo averiguar que todo nació de la imaginación del corresponsal romano del diario Le Temps de París, Jean Carriére.

Se trata entonces de una falsedad, como es también el final de ese cuento cuando se menciona que a partir de ese instante, el tango fue aceptado por la sociedad y pudo ser bailado sin culpa alguna. Cámara de Landa reside actualmente en Valladolid, España, siendo su centro de acción la universidad de esa ciudad.