Por
Todotango.com

Definiciones de los Hermanos Expósito en diversos reportajes

irgilio: «Para mí la bohemia, hoy empieza a las cuatro de la mañana cuando me levanto y me siento al piano y toco lo que estaba soñando».

Homero Expósito: «El artista ¿sabés? no debe mirarse al espejo, sino desde el espejo».

Virgilio Expósito: «Cuando éramos pibes vendíamos caramelos en el cine del barrio, pero también Homero ganaba un concurso poético del diario Noticias Gráficas y yo subía al escenario para imitar a Maurice Chevalier, hacíamos de todo».

Homero: «Escuchá, esto que escribí hace poco (es el año 1976), es un tango nuevo. «No se puede vivir sin matar/ sin cortar una flor/ perfumarse y seguir» (“Chau no va más”), porque hasta el tipo que come hierbas mata el pasto.

«Quiero nombrar a un músico emigrado de Alemania, que se casó con una chica de nuestra ciudad y que fue, el que nos trajo de Zárate a Buenos Aires a un grupo de muchachos: Juan Ehlert. Un pingo que aún enseña armonía con más de 80 años. Además, compuso la música de 78 películas y fue maestro de Virgilio Expósito, Enrique Francini, Armando Pontier, Héctor Stamponi, Cristóbal Herreros. Fue una generación de grandes donde también cabían Cátulo Castillo, Homero Manzi, Enrique Santos Discépolo y otros más y, en Norteamérica, ya habían surgido Cole Porter, Gershwin que transformó la música e hizo el blues de los negros en blanco.

«Claro, Manzi años antes no hubiera podido escribir «Sur, paredón y después» o yo, aquello de «Trenzas del color del mate amargo». A nosotros nuestros padres nos mandaban a estudiar para que no fuéramos como ellos inmigrantes rústicos. Fui a la facultad de filosofía, abandoné cuando me faltaban dar los finales de griego y latín, ahí dije basta, pero me morfé todos los libros y hablo cuatro idiomas y Cátulo también y Manzi se tragó unos cuantos libros de filosofía.

«La bohemia murió en la década del 50 y debe haber ocurrido en todo el mundo, nunca más la vi. Ni acá ni en los países de Europa que visité. Éramos un enjambre de vagos que nos encontrábamos a las cuatro de la mañana. El tiempo entonces corría muy lento. La nuestra era una ciudad poblada día y noche, de horario eterno. Yo hablo de ella en “Tristezas de la calle Corrientes”».

Virgilio: «Compuse más de dos mil temas. Enseño, tengo discípulos, entonces todos los días me levanto con un proyecto de vida nuevo. Los artistas no cumplimos años, cumplimos obras. Somos como los relojeros. Ellos arreglan las esferas y hacen funcionar las agujas y el artista crea las agujas para que le ganen al tiempo.

«Se diferencian dos épocas, una de formación y otra de deformación. En la primera tenemos a Julio De Caro, Homero Manzi, José María Contursi, Pedro Maffia y otros. Ellos fueron construyendo un altar piedra por piedra. Y la otra es cuando el cantor de tangos se convierte en vedette y comienza a pasar por encima de los músicos, de las letras, del director y de todo. Se salvan pocos. Rivero y algún otro. Debo nombrarte a Aníbal Troilo, un intuitivo, no fue hombre de estudio, de libros, pero nadie como él para dirigir cantores».

Homero: «A Discépolo lo conocí en una confitería. La orquesta de Troilo tocó “Tristezas de la calle Corrientes”, Discépolo estaba en una mesa con Tania y un amigo. Cuando escuchó la letra comentó: «¡Quien le mata el punto a este tipo!» Se levantó y se perdió entre la gente. Ahí mismo, un jovencito algo pálido y casi tembloroso le dice a Tania: «Yo soy Homero Expósito y quisiera conocer a Enrique, ¿dónde está?» Tania le contestó: «Se levantó para ir a conocerlo a usted».

«Nuestro padre era gastronómico, allí en Zárate tenía una confitería. Cuando se enfermó tuve que viajar seguido y permanecer allí para mantener la empresa. Aclaro que yo nací en Campana, pero a la semana ya me llevaron a Zárate. Entre la confitería y algunos bienes podía vivir y comencé a estudiar. A los veinte años, en 1938 llegué a Buenos Aires. Mi padre era de la Casa de los Expósitos, de allí nuestro apellido, a los seis años se escapó y no dejó de trabajar hasta enfermarse.

«Al poco tiempo de llegar me puse a hacer política para los autores en SADAIC, fue cuando lo echamos a Francisco Canaro. Me llamó a colaborar Manzi, y estuvimos hasta 1950, entonces, no por antiperonista, sino porque no era peronista, me tuve que fletar, anduve por España y Francia. El pasaje en barco costaba 400 pesos con comida y bebidas incluidas. Yo por comida me tomaba una botella de vino blanco y otra de tinto, conmigo perdieron plata. Después de estar en España viajo a París y al poco tiempo un conocido me dice: «¡Che, que tarro tenés, “Pequeña” es un éxito en España». Estuve dos años para imponerla y no hubo caso. Cuando me fui llegó Dalva de Oliveira, la grabó y se dio.

«En París estuve un año y me ganaba un dinero copiando música para la Ópera de París, hasta que me llaman que el estado de mi viejo había empeorado y regresé. En Zárate puse un restaurante de primera: El Sibarita, me fue bien. Pero después se me ocurrió poner otro en Mar del Plata, en Punta Mogotes, naufragué y me dije que mi profesión era escribir.

«Vos sabés que con mi hermano u otros músicos tengo unos cuantos temas exitosos, pero también una buena cantidad que no trascendieron. Ya te nombré “Tristezas de la calle Corrientes”, luego “Al compás del corazón”, “Percal”, “Yuyo verde”, “Azabache”, “Flor de lino”, “Margo”, “Farol”, “Naranjo en flor”. Hicimos boleros, “No vendrás” lo grabó Gregorio Barrios, también Olga Guillot, “Vete de mí” que registró el cubano Bola de Nieve, Roberto Yanés y muchos otros, nos fue muy bien. Incluso un tema moderno para un trío vocal que recién se iniciaba, “Eso”, aquello de «Tú tienes eso, eso, eso...», sin comentarios pero económicamente, muy bien.

«Cuando me preguntan entre qué colegas me ubico, respondo entre la nostalgia de Manzi, que no era una nostalgia quejosa sino una tristeza, que no es lo mismo y, por otro lado, con la cosa dura, crítica, de Discépolo. Cuando escribo siento ciertas afinidades y me digo: yo debo tener un negro atado a una pata que me escribe esto».

Extraído de reportajes realizados a Homero Expósito y Virgilio Expósito, por Paco Urondo para La Opinión Cultural (13/2/1972); por Orlando Barone, para Clarín Literario (4/3/1976); por Vicente Zito Lema, para revista Crisis Nº45 (agosto 1986).