Por
Nito Farace

Un éxito de taquilla «El patio de la Morocha»

ota de dirección: Han pasado muchos años del estreno de esta representación teatral. El tango con su historia tan rica ha ofrecido, obras y espectáculos del género que marcaron hitos, como El patio de la Morocha, que para muchos marcó el fin de la belle époque, aunque se debe considerar que unos años después en la misma sala, Francisco Canaro ofrecía su Tangolandia y, entonces sí, todo lo que vino después fueron deshilachados remedos del tiempo pasado. Fueron dos temporadas con más de 500 representaciones en el Teatro Enrique Discépolo, actualmente Presidente Alvear, de la avenida Corrientes al 1600. Nito Farace, que estuvo con Troilo hasta su última actuación en el Teatro Odeón, cuando ya lo acechaba la muerte, recuerda algunas características y diversos aspectos de aquellas dos temporadas.

«En mi larga trayectoria, haber participado en esta obra representa uno de los recuerdos más emocionantes. A la garantía que aportaban sus autores, Cátulo Castillo y Aníbal Troilo, se sumaron una orquesta compuesta por 31 músicos, la orquesta de Pichuco reforzada por otros instrumentistas destacados, más cuatro vocalistas y coro. La dirección general quedó a cargo del director cinematográfico Román Viñoly Barreto. Las principales orquestaciones las efectuó Astor Piazzolla, también hubo una milonga que orquestó Ismael Spitalnik. El estreno se realizó el 24 de abril de 1953. El elenco de los principales actores y actrices fue el siguiente: Pierina Dealessi, Mario Danesi, Aída Luz, Agustín Irusta, Pedro Maratea, René Cossa, Ángeles Martínez, Marcelle Marcell, Eduardo Santalla, Inés Murray, Eduardo de Labar, Jorge de la Riestra, Vicente Forastieri, más los cantores Raúl Berón y Jorge Casal.

«El espectáculo comenzaba con una obertura de Troilo y Piazzolla, que lamentablemente nunca se grabó, con toda la orquesta en el palco que se elevaba casi hasta el nivel del escenario. Destacable fue la dupla que formaban Troilo, en el rol de Eduardo Arolas y Roberto Grela como Pacífico Taboada, interpretaban “La cachila” con gran recepción en el público, tanto que allí les nace la idea que germinó en el Cuarteto Troilo-Grela, un acierto para la historia del tango. Finalizada la obertura, se oscurecía la escena y surgían un haz de luz y un efecto de humo que iluminaban la izquierda del escenario con la figura de un anciano interpretado por Jorge de la Riestra que personificaba El recuerdo, que relataba los sucesos ocurridos en el conventillo al inicio de cada cuadro, y ahí entraban en escena actores y músicos a lucirse en el famoso patio. Troilo y Grela hacían el papel de invitados a esas reuniones y La Morocha era Aída Luz. Casal y Berón cantaban parte del repertorio habitual en la orquesta de Troilo y en la obra estrenaron la “Milonga del mayoral”, que fue una gran creación. Los años transcurridos han diluido la parte de protagonismo que también tuvo el muy buen cuarteto vocal femenino que hacía el coro del espectáculo. Curiosamente todas esas chicas unieron sus vidas a músicos que intervinieron en la obra. La más conocida de ellas fue Laura Escalada que años más tarde, se convirtió en la última compañera de Astor Piazzolla.

«La comedia, desarrollada en 24 cuadros, tuvo el mérito de mostrar el reconocido trabajo de los actores, pero principalmente la tarea de los músicos con formación clásica que se adaptaron, sin complejos, a un espectáculo de raíz popular, y así recibían la gratificante respuesta de un público que valoraba toda la armonía lograda por profesionales de alto nivel.

«Quiero resaltar la incorporación de nuevas canciones de Cátulo y Troilo que hicieron época, la milonga nombrada, “Patio mío” y “Una canción”. Aída Luz en la primera se lucía con su gran fuerza expresiva, que tiempo después Troilo llevara al disco con la cantante Nelly Vázquez, el mismo lucimiento conseguía la hermosa voz de Agustín Irusta interpretando “Una canción”. Asimismo se estrenó en esa comedia el vals “Vuelve la serenata”, cantada por Irusta, y una habanera, “La retrechera”, en la voz de Aída Luz. Hacia el final hay un discurso o parlamento a cargo del actor Pedro Maratea, escrito por Cátulo y en el que se adivinaba un tinte proselitista propio de esos años del gobierno peronista.

«Integrantes de la gran orquesta: Alberto García, Domingo Mattio, Eduardo Marino, Fernando Tell (bandoneones); David Díaz, Carmelo Cavallaro, Nicolás Albero, Juan Alzina, Carlos Arnaiz, Armando Ziella y Luis Guerrero (violines); Cayetano Giana, Vítor Luis Casagrande y Raúl Terré (violas); Alfredo Citro y Adriano Fanelli (cellos); Carlos Figari (piano); Kicho Díaz y Rafael Ferro (contrabajos); Domingo Rulio (flauta); A. Guerra (clarinete); Pedro Hertz (oboe); Valentina Filipini (arpa); Umberto Lunghi (fagot); Francisco Donatucci (trompa); Francisco Alonso (trompeta); Salvador Cinichi (trombón); Roque Di Falco y Manuel Dopazo (percusionistas).

«De las numerosas anécdotas que hay para contar, me quedo con esta pequeñez. Era habitual que en la puerta de salida de los artistas se agolpara buena cantidad de gente. Una noche se me acerca una mujer y me dice: «¡Señor, qué linda obra, estoy emocionada!» «¡Qué bien! ¿Tanto le gustó?» «Sí, sí, ya la vi dieciséis veces».»

Publicado en Cuadernos de difusión del tango nº 26.