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Por
Néstor Pinsón

Una amistad de 18 años

os conocimos en 1998, en una comida en el bodegón de Héctor Lucci en la cortada San Mateo. Discutimos un buen rato, política de por medio, pero nos despedimos con un abrazo. Pronto fue una amistad querendona.

Ricardo García Blaya aceptó una columna en mi programa radial Siempre el Tango y, meses más tarde, una noche caminando por la Avenida Mayo exclamó: «Tengo ganas de tener un sitio en internet, ¿me acompañas?» Acepté y agregó: «¡Nos podemos reunir aquí!…» pasábamos por el bar del hotel Castelar.



«Me gustaría invitar a Julio Nudler» –dije- «Sí, está bien. Encargate para la otra semana o la otra». Ocurrió en tres ocasiones y se pactaron varias secciones y un buen porcentaje de la artística, con mucho de fileteado. Una reunión posterior en casa de un conocido fue muy bullanguera, pero sirvió para encontrar a Jorge Vilas, con mucha experiencia en el tema de diseño web.

Ricardo para algunas inquietudes del momento contaba con su sobrino Federico, el caballo del comisario que busca que te busca encontró lugares secretos que mucho servían y se fue transformando en el cerebro viviente del sitio. Más adelante renuncio Vilas y apareció un pequeño geniecillo, Felipe –el de apellido belga- a cargo de las dificultades profundas de internet.

Nudler, que colaboró hasta allí, luego con sus notas, nos recomendó al que faltaba, el traductor. Nos adelantó: «Es todo un personaje, si se pone molesto lo invitan con un vino o una picada y listo, pero es de lo mejor». Y si Julio lo decía no teníamos dudas y apareció Laureano Fernández.

Finalmente yo, Pinsón el escribidor, junto con Ricardo, el jefe, que tenía la palabra final, esto produjo innumerables puteadas de mi parte y respuestas más delicadas de la suya, era de buen hablar, pero no podía impedir brotes histéricos. Cuando terminaba la comunicación, siempre por teléfono, ya estaba todo bien.



Algunos fanáticos visitadores del extranjero, que pasarían por Buenos Aires, querían conocer la redacción, que en realidad no existía, cada uno con lo suyo desde su propia casa. Computadora y teléfono para mí, pues soy de aquellos que apenas aprendieron a encender la compu y, con gran esfuerzo, arribar a lo mínimo para enviar un texto.

18 años juntos… no es habitual. Sin celos, ni discusiones terminantes. Se debe agradecer la cantidad de colaboradores que fueron bien elegidos.

El año pasado mandé gran cantidad de notas, cerca de cien para que hubiera una reserva importante, pero fue iniciar el 2017 y no poder escribir más. Ni mirar mi archivo. Ricardo venía mal de salud y yo despertaba cada mañana con su imagen lacerada en mi cabeza. Su voz encogida, su gesto valiente pero alejado, esperando… esperando un oprobioso final, el que ninguna persona debería tener.

Dejé de verlo hace como un año atrás. Sí lo lloraba a diario, con lágrimas reales, ya estaba haciendo el duelo, que prosigue, con la pantalla en blanco llena de Ricardo. Le hablo, el diálogo sigue como todos los días sin descansar ninguno, sin teléfono, ahora es persona a persona.

31 de agosto de 2017.