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20. Recuerdo y trascendencia de Gardel

n nuestra infancia y aún en la juventud, muchas veces despertábamos con el corazón apretado al escuchar los acordes del tango “Silencio”. Nos estremecíamos al pensar en la triste soledad de aquella madre que había perdido a sus cinco hijos en el frente de batalla...

Nuestro romanticismo alcanzaba su máximo grado al oír las nostálgicas canciones “Cuesta abajo” o “El día que me quieras”. ¿De quién era la voz que causaba tal sensibilidad a nuestros espíritus? Nada menos que del Zorzal Criollo, que en el esplendor de su gloria irrumpía con fuerza en el mundo y por lo tanto en todos los rincones de nuestra Patria.

Habíamos madurado y quisimos mantener permanentemente en nuestra presencia a tan virtuoso intérprete, que hizo el milagro de convertirnos en prácticos y fervientes cultores de la maravillosa música ciudadana.

Desafortunadamente, el Ecuador no tuvo oportunidad de ver y escuchar a Carlos Gardel en persona; sin embargo, a través de sus grabaciones y sus películas, a medida que proliferaban, su figura y sus canciones generaban una inclinación apasionada, desbordante, por cultivar el canto rioplatense y emular a la vez modos y costumbres del popular y querido trovador, llegando a tal punto la veneración por él que mucha gente se peinaba a la gomina y vestía al estilo gardeliano.

A propósito, recordamos el caso de un ciudadano quiteño, de profesión artesano, que cuando cerraba su taller, aproximadamente a las cinco de la tarde, bien acicalado a lo Gardel, se trasladaba a su academia para la enseñanza de bailes del tango, valsecito y milonga...

Así pues, la personalidad de Gardel fue tan determinante y perdurable en el medio artístico, que su imagen se enredó entre la realidad y la leyenda.

La trascendencia admirativa por el popular intérprete y el «tango milongón, corazón de arrabal», según lo ha definido un literato contemporáneo, se materializó al fundarse, como se sabe, instituciones consagradas al culto y difusión del cantar porteño en diversos lugares del orbe.

Nuestro país, por los antecedentes consignados, no podía ser la excepción de ninguna manera. Ya en años anteriores existió alguna entidad de amigos del tango. Y en clara evidencia de que el fervor no se extinguió con el transcurrir del tiempo, un numeroso grupo de amantes de la música del Río de la Plata formarnos en Quito a comienzos de 1984 el TANGO CLUB, organismo sin fines de lucro que desarrolla varias actividades culturales, artísticas, y está alcanzando una imprevista proyección nacional e internacional.

Una de sus obras principales, es la edición periódica de TANGO —voz Informativa oficial— que además de mantener secciones estables relativas a la música rioplatense, compositores e intérpretes, con suma frecuencia recibe colaboraciones espontáneas de connotados escritores y poetas nacionales y extranjeros.

Con el auspicio de la Embajada de la República Argentina y en ocasión del centenario de Gardel, circulará internacionalmente un número extraordinario conteniendo amplio material acerca de su nacimiento, su trayectoria artística, sus amores y su trágico fin, lamentando que se nos quede en el tintero infinidad de tópicos de real interés.

Otra actividad es la elaboración de programas literario-musicales radiofónicos de general acogida. Precisamente, estamos preparando un estelar con curiosidades gardelianas. ¿Qué les parece el Morocho del Abasto cantando en napolitano, inglés y francés?

Las discotecas de los socios reúnen grabaciones realizadas en diversidad de materiales, desde en antiguo acetato de carbón al moderno y sofisticado compacto, que como diría Horacio Ferrer son discos con «asma» o si se quiere con «lluvia».

Tan nutridas son las colecciones que un ciudadano argentino, puesto en contacto con el Club, admirado exclamó: «¡Pero che, ni en Argentina encontramos esto!» (sic)
Y qué comentar, estimados lectores, de las curiosas polémicas originadas al interior acerca de la música de nuestra predilección, en particular el grato tema Gardel: su nacionalidad, existencia de un certificado de nacimiento en Toulouse, la autenticidad del mismo; unos opinan que su cuna es Tacuarembó y su padre el Coronel Escayola, otros expresan que es más argentino que la calle Corrientes, con olor al barrio del Abasto... su simpatía hacia cierto grupo político, las privaciones que sufrió en sus comienzos; el ascenso artístico, su relación sentimental con Isabelita del Valle y los romances con Azucena Maizani y Mona Maris... Es decir, cuanto aconteció en la vida del astro es materia de ardorosa pero cordial controversia.

En fin, hurgamos los hechos del inolvidable Zorzal y con inocultable orgullo se nos presentan documentos, crónicas, retratos, libros, fotografías, etc., siendo asombroso el abundante material que disponen nuestros consocios.

Más todas son cuestiones que pertenecen al ayer y lo único que palpita permanente es su Voz, sus lágrimas en la garganta.

La presente nota está firmada por Pedro Montero y Leonardo Chiriboga, quienes ostentan la Presidencia del Tango Club y la Presidencia del Consejo Editorial del Mismo. El Tango Club, es un organismo sin fines de lucro fundado en 1984 para difundir y cultivar el tango en el Ecuador. Cuenta con más de 150 miembros y mantiene relaciones dentro y fuera del país. Tiene personería jurídica: Acuerdo 2670 de 30/03/87, Registro Oficial 660, de 07/04/87.