(Recitado)
Para vos que me enseñaste a ser un buen varón.
Para vos que sacrificaste todo por mi felicidad,
va este tango hasta el cielo, con la esperanza suprema
de que lo escuches y sepas que soy como vos quisiste.
Pensar que cuando chico, hasta bronca te he tenido,
pues yo nunca comprendía lo que tú eras para mí,
hoy que me faltas comprendo con angustia en mi pecho
que fuiste un dios, un buen padre, todo lo hiciste por mí.
Por momentos pensaba que, quizás, no me querías
yo tenía quince abriles… ni un juguete conocí,
todo en mí era tragedia y me consolaba cuando
tú del brazo me llevabas a ver a quien nunca vi.
Ahí me daba cuenta de todo lo bueno que eras,
cuando postrado ante ella te largabas a llorar,
entonces yo te abrazaba y pensaba para adentro:
¿Por qué, señor, yo no pude conocer a mi mamá?
Sentía que le hablabas solamente de su hijo,
le decías: Si vos vieras qué grande el purrete está,
mucho a ti se te parece, es honesto, hasta trabaja
y a cada instante se acuerda de su querida mamá.
Pasaron hoy los años y vos te fuiste con ella,
tenelo seguro, viejo, que no me podré olvidar
de todos tus sacrificios y de tus sanos consejos,
me enseñaste a comprender y yo jamás podré olvidar,
que los padres son todos unos santos verdaderos,
con un corazón tan grande que no se puede igualar,
ni con la vida se paga el cariño de los viejos,
¡Para él, que está en el cielo, va este tango y nada más!