Dolor de ausencia en los ojos,
un sol radiante en su pelo,
romántico y soñador
era el cantor de mi pueblo.
Tenía una dulce tristeza
cuando evocaba cantando
el dolor de un amor muerto
o el alma de nuestro campo.
Pero una noche de invierno,
una noche sin estrellas,
quedó solo con su angustia,
al perder su compañera.
Desde entonces en silencio
oigo a través del recuerdo,
esta canción que gemía
aquel cantor de mi pueblo.
Sólo la desesperanza
anida en mi alma doliente,
ella se fue de mi vida,
yo voy con rumbo a la muerte.
Me acompañan en mi noche,
triste en la sombra callada,
mi amiga, la soledad,
y mi guitarra enlutada.
Nadie sabe de esta pena
que va desgarrando mi alma,
ya mi vida es vida muerta,
porque murió mi esperanza.
Fue la última canción
que en la noche se escuchó,
de aquel cantor de mi pueblo,
romántico y soñador.