Yo soy hijo de] lunfardo
y es mi cuna arrabalera;
yo conocí a las percantas
más vivas y más gilbertas;
y anduve con los bacanes
y alterné con los linyeras
y chamuyé con los chorros
y otros reos bien pulentas;
y en la pieza del cotorro
yo tuve mina y catrera
y en el ropero del cuarto
yo colgué mi viola rea,
y usé lengue y usé funyi
cuando de noche iba al feca.
Yo conocí en mis andanzas
la alegría y la tristeza,
la del tipo bien derecho
y la del tipo berreta,
la de aquel que fue en cafúa
porque lo ensució una grela,
y la del otro cafishio
que al final quedó en chancleta.
Por eso quiero decirle
a la señora Academia
Porteña de los lunfardos
Que, aunque yo soy un cualquiera,
hoy vine para dejarle
en esta preciosa fiesta
la humilde flor del suburbio
que nació en una maceta,
pero que tiene un perfume
que de lejos te recuerda
el cariño de la javie
y el amor de una pendeja.