El espiro

Poema lunfardo

Mirá, negra, me pianto. Te la digo derecho,
sin palabras al bardo, de mi bronca a tu oreja.
Total, ya no hay motivo pa' pensar en la vieja;
ella se fue, y yo planto. Me pudrí en el repecho
de sudar pa' tu lujo, remando como grone,
del conchabo a la cueva, del morfi a la catrera,
rajando para el yugo con la estrella primera,
con el hambre de guita del turro que se pone.

Te alhajé y te empilchaste como para milonga
de copete oligarca. Te levanté a babucha.
Vos, jarangón corrido. Yo, quemando en la cucha
el faso del estrilo, pensando en villalonga,
en tomarme el aceite con todo, sin aviso,
sin escombro, tranquilo, demorado en el raje
para astillar recuerdos masticando el mensaje.

Fui laburante en serio por aquel compromiso
de que estaba la vieja, y ella nada sabía
de tu paso en la mala, de tu sangre falluta;
no supo de los mangos que chapaste en la ruta
de donde yo te traje. Ella nada sabía
del metejón chitrulo que me oxidó el cuchillo
y a mi cartel de taura le puso bastón blanco;
ella no supo nunca por qué a Conrado el Manco
le caía tan fiero su trago de vinillo.

Y ahora que la vieja no está -Dios la tenga-
me puedo lamber solo. Y a vos, que la garúa
te refresque el balero. Pa' mí ya no hay mamúa
mejor que esta piantada que me hago en pata renga.

Hasta más ver, che negra; perdón por el rezongo,
atenti a la estrolada... y que te aguante Mongo.


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