Murió Carlitos Gardel, el alma de los cantores,
que en sus primeros albores nuestro tango interpretó.
Y tan lindo lo expresó, escoltado por Razzano,
su consejero y hermano del que ya se separó.
Pero nunca abandonó y, viviendo "Mano a mano",
su gran tango veterano Buenos Aires cautivó.
"Trago amargo" lo lloró, al lado de "Milonguita"
y la pobre costurerita, zonza, fea y el tropezón.
También el "Viejo rincón", "Buenos Aires", "Francesita",
y el tango "Perdón viejita", pura esencia de oración.
Y cautivó con "Griseta", volando en "Senda florida",
y cantando de su vida el triste y profundo grito,
de su sentir, "Caminito" y el gran "Te acordás hermano".
"Rosa de otoño", "Clavel del aire" y "Pa' quererte he nacido",
zambas, cifras, chacareras, valses profundos y estilos,
pulsando con su emoción de hombre de gran sufrimiento
la nota más sensiblera de su vida tan viajera
que hoy ya está en el infinito.
Y vivió con su emoción la tragedia más sentida
en el fervor musical de aquel tango "No me escribas",
él fue sublime cantor que, suave como una flor
tan sicero como fuerte, quiso en su abrazo la suerte
consagrarlo en Nueva York.
Y esculpirlo para siempre en el alma y en las mentes
de poetas y cantores, músicos, también payadores
y directores de orquestas.
Las calandrias, los zorzales, boyeros y ruiseñores
con sus aves magistrales, van cruzando nuestras pampas
y sembrándolas de flores...
Que el nombre del gran Gardel es esencia de dolor
dulce caricia y albuna, bajando a su sepultura
con sentido evocador.
Carne, vida, realidad, de sentimientos vividos
fueron tus tangos sentidos, el alma del arrabal,
y rodando suavemente, como lágrimas por gotas,
las edades más remotas tus canciones sentirán,
y todos las cantarán con pasión y con delirio.
Para tí, ¡oh, gran muchacho!, que fuiste todo en París.
Figura grande y feliz, del actor que interpretando,
él siempre vivió cantando y muriendo fue feliz.
¡Oh, supremo emperador de la canción argentina!
Alma criolla y genuina,
el destino ya pagó, y tenue se consumió
con un gran sueño del alma
llevándose con su calma la gloria que nos dejó...