Que ingrato corazón tuviste vos
esa tarde que al partir, tu beso fue,
un beso de traición que me brindó
tu boquita de coral, fatal, mujer.
Un fuerte beso, yo también te di
muy ciego de pasión, sin comprender,
que dejaba para mí, su siempre adiós
por aquel cobarde amor.
Si me has dicho al partir,
¡mañana me verás otra vez!
¿por qué entonces, mi bien,
tú no has vuelto más hacia mí?
Cuando solo quedé
en medio del dolor comprendí;
que aquel beso de ayer
fue para nuestro fin.
Un esclavo fui, de tu prometido amor.
¡Y vos!, no tuviste para mí
ni un poquito de piedad, esa tarde que al partir
te llevabas el vivir, de mi pobre corazón.
¡Ingrata mujer que tronchaste mi querer!
¡sin fe, como yo, también caerás!,
en las sierpes del dolor, y entonces ya verás
que triste será sufrir al morir una ilusión.