Nos fuimos poniendo viejos y sin darnos cuenta
se nos fueron yendo de la vida sin aviso,
la familia, los amigos, el barrio y hasta el café,
y si bien éramos conscientes de cómo se iban yendo,
pretendíamos para no amargarnos, ignorarlo.
Y así se nos escaparon los meses y los años
tan rápido y en silencio como si no fuesen,
hasta encontrarnos solos con los recuerdos
y sin tener casi ni amigos, para juntos poder recordar.
Y de pronto a nosotros, los antiguos y nostálgicos
se nos encendió una luz refulgente en nuestros días grises,
al darnos cuenta que no estábamos tan solos como creíamos,
cuando entramos y nos sentamos por vez primera
a la grande Mesa del Café de Todo Tango.
Y fue una manera de recuperar el barrio, cada uno en nuestro barrio,
repleto ahora con balcones floridos pese a ser invierno,
y amigos de un café que pese a que hace años ya se fue,
volvió a levantarse en nuestra añorada esquina del corazón,
con atiborradas mesas repletas hoy de nuevos personajes
transformados en amigos de "vejentud", y con alegrías nuevas a compartir,
como una manera moderna e inequívoca de volver a vivir.
Y con cada uno de nosotros vuelven a vivir
las orquestas, cantores y autores que llenaron nuestras fantasías juveniles
y nos permitieron crecer y formarnos con sentido de familia y de amistad,
que se enraizaron en profundo y dieron frutos de vida,
proyectados en la vida de nuestros hijos y nietos.