Taxi-verso

Poema lunfardo

Yo que cruzo la ciudad a toda hora
y transito en el cemento desvelado
me sonríen las palomas de las plazas
y hasta el mágico reloj del campanario.
Soy amigo de la esquina silenciosa
del rumor tan bullicioso del estadio,
me codeo con el puerto, con la rambla,
con el teatro, con la iglesia y el tablado.

Yo que viajo, día a día, noche a noche
con destino diferente en cada paso
con la lluvia como hermana compañera
o con soles penetrantes del verano.
Soy amigo del turista, del paciente,
del que corre a su labor apresurado
del que vuelve tan deseoso de un reencuentro
o quien busca aquel amor de contrabando.

Yo que tengo la bandera más pequeña
y que libre yo lo soy sólo de a ratos
canto un himno de servicio entre los dedos
con las letras de la vida y el trabajo.
Soy amigo de la escuela, la oficina,
de la fábrica, el comercio, el escenario,
de la industria, del taller, las terminales,
del deporte y de la prensa sin horarios.

Yo que bebo el pensamiento y confesiones
de la novia, el político, el borracho,
del rabino, prostitutas y poetas
en el centro y en los barrios marginados.
Soy amigo de Gardel, la gasolina,
del relevo, la parada, los lavados,
de las curvas traicioneras, de los baches,
del semáforo, del freno y del asfalto.

Hoy que siento que mi brazo se levanta
por subir a un taxi-verso imaginario
voy teniendo por destino de mi viaje
una rima de amistad entre las manos.

Premio concurso literario internacional, Ministerio de Educación y Cultura, Departamento Cultural I.M. Salto, Salto (Uruguay), julio de 1994.


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