Virgencita,
tú que escuchas mis ruegos,
y que sabes porque es mi aflicción,
no te apiadas
de mi cruel agonía
y, hasta olvidas, esta amarga oración.
Virgen mía, por qué
me castigas así,
yo que siempre te adorné
con mis flores tu altar
después de tanto implorar,
tú me abandonas también.
Se olvidaron de mí,
de la nena que ayer
con sus besos llenó
de alegría el hogar
sólo yo supe llorar
cuando de ellos me alejé.
Virgencita,
tú que escuchas mis ruegos,
y que sabes porque es mi aflicción,
no te apiadas
de mi cruel agonía
y, hasta olvidas, esta amarga oración.