Dame un mate cimarrón
que voy a rodear la hacienda
Y te lo voy a pagar
al momentito que venga.
Dámelo bien calentito
aunque me queme la lengua,
para guardar el calor
de tu amor, hasta que güelva.
Alcanzame el cimarrón
del estribo, prenda mía,
y te pagaré los dos
en la misma vicaría.
Iremos muy tempranito,
al rayar la luz del día,
para que las mismas flores
tengan de mi dicha, envidia.
Le diremos: ¡Padrecito!,
échenos la bendición,
que no cabe tanta dicha
en un solo corazón.
Ya sabés que por tu amor
daría todas mis priendas,
menos mi caballo bayo
y el facón… pa´ tu defensa…