A Horacio Arturo Ferrer Ezcurra
Estirpe de pinta y bardo,
la vida le templa el traje,
alma de lucero y cardo,
brota el tango en su linaje.
Un criollo de cuño cierto,
hecho a milonga y payada,
del fueye sale a su puerto
cuando suena a sudestada.
Un bohemio filosofal
y un duende fabulador,
un nochero cenital
y un demiurgo cantador.
Muy Pichuco, por Gardel,
su destino logró ser
bardo de bello laurel,
tan Horacio, por Ferrer.
De corazón rioplatista
en sus gemelas orillas,
un Abasto surrealista
y un cantegril cajetilla
Con más noches que la luna,
guarda un sol en cada verso,
ya poeta, desde la cuna:
todo un hombre, sin reverso.
Sábado 28 de Agosto de 2014 – 02:42
De Resistencia a Balvanera.