La conocí en un expreso
camino de Mar del Plata,
con sus labios escarlata
y los ojos azul mar.
Era la rubia un portento
de belleza tentadora,
de mirada seductora
que hizo mi amor despertar.
Y al unir dos pensamientos
yo le dije: “Sí, te quiero”, y
tú serás mi amor primero
y la rubia contestó:
“Voy a curarme una herida
que un porteño me ha causado,
dentro un año estaré a tu lado”
y mis manos estrechó.
Dulces sueños yo forjaba
y pensando en la que un día,
fue mi estrella querida
la mujer de mi querer.
Todas horas recordando
a la rubia del expreso,
que en su alma lleva preso
el corazón de este ser.
Y continuando la historia
en la ciudad yo vivía,
sin farrear en la vida
al recuerdo de mi amor.
Y fue creciendo el cariño
con un día y otro día,
y sus cartas recibía
llenas de pasión y ardor.
Llegó el día deseado
y la rubia no llegaba,
yo a Mar del Plata marchaba
para mis ansias calmar.
Dijéronme que se hallaba
bajo una losa dormida,
pues no pudo curar la herida
que el porteño hizo sangrar.
Y a través de mi tristeza
olvidarla yo no puedo,
y de pena yo me muero
por este infausto querer.
Tan fatal ha sido el golpe
que he jurado, en este mundo,
con sentimiento profundo
no mirar a otra mujer.