Se fue sediento de labios fuego,
bajó del cielo pisando a tientas.
Los pantalones chupín azules,
la mente al palo, las piernas lentas.
Dulzón perfume de tanta hembra
diabla morocha, caliente y terca,
las manos tibias, sangre revuelta,
por los amores de sus caderas.
Cuando la vio
el alma dio marcha atrás,
quedó prendido del escote eterno.
Saltó a volar…
en un ardor de piel
sin importarle un rábano el temido infierno.
Calle marrón,
merengue de licor
de un barrio atravesado por la primavera.
José perdió,
la sombra se quedó
dormida entre los muslos de su tibio invierno.
Mujer milonga, la quinceañera,
alma de niña, cara morena.
Los pies del aire, la boca ajena,
destino parco de barro y leña.
Paró en la esquina de los mañanas
porque añoraba su olor incienso.
Rosa tanguera, volvele el sueño;
lo pone loco tanto silencio.