La Mene caminaba medio breca
pensando nada más que el laburo.
¡La vida le pintaba tan oscuro!
ni un mango, ni un chabón que pague el feca.
Sus ojos abatidos, su alma seca,
sus pálidas mañanas de pan duro;
ni miras de ensillarse en un futuro
que cambie su presente de hipoteca.
Pero la vida es grela y en su rueca
de místico prontuario, rompió el muro
y le trajo a la mina un hombre puro
que le batió un piropo en plena yeca:
“Prestame tu pielcita de manteca
para filtrarme en ella y yo te juro
reparten miel mi boca y tu futuro;
en el dulzor de tu alma de muñeca
proclamo mi cariño prematuro
y en el pan de mi cuore yo te amuro”.
La labia del galán prendió en la mina.
Borrados –aunque siempre incorregibles–
quedaron el bajón y la rutina.