Llenó con distancia mi edredón de viento,
Trepó hasta el poniente que soplaba helado,
me puso el olvido y el mar al costado
y soñé sus barcos de niebla y papel.
Pagué los desastres que escupió la espera,
bebí esta sangría que apuró la nada,
las bestias volvieron, abrieron mil llagas,
encontré mis alas, busque una señal.
Fuimos tan enormes
pájaros pequeños,
granitos de arena
en la oscuridad.
Miro en otros ojos
lo que ya no existe,
me ahoga el silencio,
eclipse de sal.
Fue la sed temprana
y yo playa virgen,
mi puerto de origen
es el que vendrá.
Nacieron gaviotas de mi espalda nueva,
se fueron solitas donde no se vuelve.
Mordí las cenizas de sal de su fiebre,
me quemó su lengua, su luz de fanal.
Grité en la rompiente que golpeó la noche
-¡Devórenme bestias! ¡Que no quede nada!
Rompí en otro vino su espuma plateada,
me arranqué la luna con esta canción.