Casi quieto
por piedad rondaba el aire
una madre en la noche de Dios,
y en el breve lugarcito de la cuna
su pedazo de ilusión, palideció…
Santo Cristo
murmuró miraba al hijo
cuantas cosas sin palabras le pidió
mientras tanto con cariño sacrosanto
a la gracia del Señor
así le habló…
No te lleves mi ángel blanco,
señor, que asistes mi pena,
si una promesa es el llanto
te doy mis ojos de espanto
pero no su almita buena.
No te lleves mi ángel blanco
florcita sin florecer,
mis ansias quieren dejarte
una voz para arrullarte
aunque me quites la fe.
Fue el silencio
soledad de nubes negras
mas la gracia cautiva del sol
y aquel breve pedacito de fortuna
su latir de salvación, adormeció.
Santo Cristo,
repitió, besaba al hijo
pero ahora como nunca prometió
dar la vida por la dicha más querida
que la gracia del Señor
le devolvió.