Con esos versos tristes
que vos tanto adorabas
tal vez me convenciste
que yo podía ser
poeta, nazareno,
quijote, salvavidas,
el sueño de tu vida,
un Cristo en alquiler.
Venías de una tierra
por todos arrasada
con el amor en guerra
y un mal que sabe Dios.
En medio de la nada
yo quise rescatarte,
juntarte parte a parte
y te partiste en dos.
Eras tan triste que al final
te dio terror… ¡salvarte!
Yo quise ser tu Redentor,
tu Dios… aparte.
Y sé que mientras me duró ese metejón,
tu novelón de malquerida,
fue tu guarida mi canción…
que por amor o por suicida al corazón
me lo estrolé en un paredón.
Estabas en la orilla
tan pálida de frío
cargando de rodillas
tu pena en una cruz.
Después vos me dejaste
de seña en tu calvario
y yo como un otario
¡creyéndome Jesús!